El escritor británico Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), en el ámbito de su larga carrera de literato, fue también un periodista y articulista, capaz de abordar los temas más candentes de su época. El inventor del Padre Brown colaboró, entre otros medios, en la revista The Illustrated London News de 1905 a 1936, con artículos sobre los argumentos más variados, desde la política a la religión, desde el vestido al deporte. Este es el fragmento de un artículo titulado El tiempo libre en nuestra cultura, publicado el 23 de julio de 1927, y publicado en Italia por .
Gran parte del desorden moderno nace de la confusión y contradicción que contiene la expresión «tiempo libre»: para empezar, no debería confundirse nunca con la palabra «libertad». Un artista es libre si puede elegir crear una imagen cualquiera con el material que prefiere. Pero quien intente crear algo a partir de algo descubrirá bien pronto que no es un pasatiempo.
Por otro lado, un esclavo puede tener muchas horas de tiempo libre, si su guardián se ha ido a dormir, o si no hay tareas que hacer en un cierto momento; pero debe estar dispuesto a trabajar en cualquier momento. El punto no es tanto que el amo posea a sus instrumentos de trabajo, como que pueda disponer a su antojo de su tiempo.
Pero hay otros problemas y dobles sentidos en la expresión tal y como se usa actualmente en nuestra sociedad. Si un hombre está prácticamente obligado, por una cierta presión social, a correr en el parque por la mañana, jugar al golf por la tarde, ir a una cena de gala la noche, y acabar la jornada en un club nocturno, describiríamos todas estas horas como tiempo libre. Pero no son absoluto horas de ocio, en el sentido de que, por ejemplo, podemos imaginar que a esta persona le guste pasar el tiempo consigo misma, que quiera emprender un hobby solitario o incluso asocial, que le guste holgazanear o, en una hipótesis más remota, incluso pensar.
(…) Cuando con nos preguntamos con ligereza “¿qué vacaciones tiene ese trabajador?” lo entendemos solo en el sentido de “¿Cuántas vacaciones tiene?” o “¿Cuanto duran sus vacaciones?”. Pero no nos preguntamos “¿Qué tipo de vacaciones el sistema social en su conjunto le permite hacer?”.
(…) Es bastante evidente que hay hombres en el mundo que parecen divertirse trabajando. Y es aún más evidente que hay hombres que parecen divertirse de manera muy laboriosa. Y, naturalmente, es una cuestión psicológica muy difícil considerar quien entre estos dos tipos obtiene más de la vida, o si ambos obtienen lo que hay que obtener.
No es posible medir de manera científica la felicidad. Nadie puede, por ejemplo, demostrar con certeza que la excitación provocada en los grandes eventos deportivos puede llenar la falta de autodeterminación y sentido de la aventura. Un hombre sólo puede elegir en cuál de las dos categorías se siente mejor, y no tengo dificultad en decir cuál prefiero. Pero en las escuelas modernas, por ejemplo, lo que es llamado tiempo libre se convierte a menudo en una extensión del tiempo de estudio, aunque ambas quizás sean ahora más agradables.
Pero no hay nada comparable para un niño solitario al placer de jugar por sí mismo. Algunas actividades escolares son de verdad dolorosamente desagradables para ese tipo de niño. Desde que la escuela ha permitido más juegos, quizás ha disminuido la diversión, y seguro, ha limitado la libertad.
Pienso que el término «tiempo libre» tiene tres significados completamente diferentes. El primero es la posibilidad de hacer algo, el segundo es la posibilidad de hacer cualquier cosa. Y el tercero (quizás el más raro y precioso) es la posibilidad de no hacer nada.
Sobre el primero tenemos sin duda un incremento notable y probablemente ventajoso gracias a la configuración social de nuestros días. No hay duda de que el equipamiento a disposición de los golfistas es mucho más sofisticado y las oportunidades más numerosas; lo mismo vale para los jugadores de bridge, los músicos de jazz o los automovilistas. Pero quienes se encuentran en la sociedad donde estos pasatiempos son disponibles, se darán cuenta de que el mundo moderno no es un proveedor universal. Descubrirá que algunas cosas se encontrarán fácilmente, mientras que otras serán inalcanzables.
El segundo tipo de tiempo libre ciertamente no ha crecido, al contrario, ha disminuido. La posibilidad de tener algo entre las manos a lo que dar una forma es un placer hoy reservado casi solamente a los artistas.
Respecto al tercero, el más precioso, el que de verdad consuela, el más puro y sagrado, el noble arte del dolce far niente – ha sido totalmente descuidado, hasta el punto de amenazar la misma existencia de nuestra raza. El mundo ha perdido su filosofía y no ha conseguido inventar una nueva religión porque los artistas no crean, los magnates no patrocinan y las muchedumbres no se reúnen para adorar con reverencia la gran tarea del no hacer nada.