Me gustan más las historias que hablan de la vida, sobre todo esas que muestran flores de lotoque pasan desapercibidas, como la de Andrés, un ex alumno de Fe y Alegría, de familia guyanesa, que ha crecido en medio de tiroteos frecuentes en su barrio de San Félix, que ha visto cadáveres en la calle desde chiquito, y sin embargo ha sido un excelente estudiante siempre, sabe que “hablando se entiende la gente”, y sale cada mañana, muy temprano, a culminar su bachillerato bien lejos de su comunidad y no cae en tentaciones. Cuando me deprimo pienso en jóvenes como Andrés. Pero esta semana me siento obligada a hablar de muertos, aunque esté cansada de contarlos, sobre todo cuando se trata de adolescentes, hay rabias necesarias.
Puede haber titulado estas líneas “para que no falten más scouts”, el asesinato de Klioberth Roa no es un asesinato más- por eso hay que hablar de él – no sólo por su edad, 14 años, la edad para el fútbol y el cosquilleo ante la chica que ilumina la mirada y suena a veces a rock, a veces canción de cuna porque también da paz en el alma; es terrible por todo, por la edad del supuesto victimario – 23 años -, ¡pobres jóvenes armados que luego quedan como únicos culpables!; es terrible porque ya muchos han advertido que la resolución 008610 no es buena, no hace falta a menos que su intencionalidad sea otra; es terrible porque los adolescentes están para seguir creciendo y llegar a viejos; es terrible porque no ha sido el único. Los amigos de CECODAP nos recuerdan que en el 2014 hubo 5 homicidios en escuelas, 11 heridos por balas y 9 tiroteos. Se supone que el gobierno había aprobado la instalación de detectores de metales a la entrada de los liceos para prevenir más muertes. Pero para parece que siempre hay asuntos más importantes que la de proteger de manera integral a niños y adolescentes.
La muerte de Klioberth tal vez ha generado tantas reacciones porque somos muchos los que tenemos un dolor profundo contenido ante tanta cuenta macabra. Se lo que es contar muertes de niños, niñas y adolescentes, ellos no tienen la culpa de los mal que lo estamos haciendo los adultos, unos por acción y otros por omisión. El comportamiento violento no puede convertirse en una “condición” del venezolano, no hablo sólo de la violencia directa, la que mata en un segundo, hablo también de los discursos encendidos, hablo del modelaje de muchos líderes que sólo parecen tener insultos, descalificaciones y amenazas en su diccionario.
Para dejar de contar muertes anticipadas, como son todas las violentas y más aún la de chicos de 14 años, la sociedad tiene que expresarse de manera decidida a favor de los métodos pacíficos, llamar a la justicia, nunca a la venganza, y las autoridades, con la máxima responsabilidad, deben ser coherentes. Saludamos que el Ministro de Educación haya anunciado que habrá enseñanza de la música en los planteles, pero el desarme –el verbal y el físico -, el respeto a la ley, la reducción de la impunidad, las evidencias de la voluntad a rectificar medidas que sólo generan más muerte – como la Resolución 008610 – son pasos absolutamente necesarios. Quiero más historias como las de Andrés, signos de esperanza y dejar de contar muertos, para eso los pacíficos tenemos que ser más enérgicos y activos.