A mis Sacerdotes, Diáconos, Religiosas y Religiosos, Seminaristas, Movimientos de Apostolado y Pueblo de Dios en general
Nueve meses han transcurrido desde el día de mi arribo a estas hermosas tierras de Guayana como su Cuarto Obispo. Han sido nueve meses de un fructífero contacto con este pueblo que Dios me ha encomendado y con el Plan Diocesano de Renovación. En ellos he podido palpar las angustias y las alegrías, los triunfos y los fracasos, los obstáculos y las victorias que como Iglesia Diocesana han vivido en estos últimos cinco años, a partir de la memorable concentración diocesana en el Polideportivo Cachamay, con mi predecesor el Excmo. Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera, que en esa oportunidad le ofreció al Señor, en nombre de todo el pueblo, la primera programación de este Plan. Después de recorrer cada una de las parroquias, rectorías y vicarías que componen nuestra diócesis y luego de haber participado en la Evaluación del Plan Diocesano por parte de todos los Agentes de Pastoral de esta Iglesia, quiero dirigirme a Ustedes como Pastor de esta Iglesia particular, a fin de expresarles mis primeras impresiones y las líneas generales de pastoral que debemos seguir todos en nuestra nueva etapa diocesana. Me he encontrado con una Iglesia local que, en medio de las vicisitudes propias de toda labor de hombres y en medio de sus defectos, virtudes, esfuerzos, logros y fracasos, puede descubrir la presencia amorosa del Padre Bueno que camina con sus hijos hacia la morada definitiva.
Tengo que confesarles que desde el primer momento que conocí este Plan Diocesano me convencí de que éste es el estilo de Iglesia que Dios quiere que se viva en esta época. Un estilo de Iglesia que ya el Concilio Ecuménico Vaticano II propone en su Constitución Lumen Gentium y que encontramos en todos los documentos papales y de los Obispos de América Latina.
Por otro lado la realidad del país ha cambiado mucho en estos últimos meses y nos encontramos viviendo una profunda crisis que ha repercutido en todos los ámbitos de nuestra querida patria y, por supuesto, en la realidad social de esta Iglesia local. Esta crisis representa para nosotros muchos desafíos, a veces arduos e inesperados, pero, que nos exigen una respuesta.
Por este motivo es necesario que hagamos una profunda reflexión en nuestro papel como Iglesia frente a lo vivido en estos últimos años de experiencia pastoral y frente a la realidad inquietante de nuestra sociedad.
1. – LOGROS ALCANZADOS EN ESTA PROGRAMACIÓN BIENAL
En estos dos últimos años y a consecuencia de nuestro Plan Diocesano, nos encontramos, que se ha despertado en nuestro pueblo un profundo sentido de participación e integración, que se ve de manera especial en el renacimiento de nuevas Comunidades Eclesiales de Base, que fomentan la unión, la fraternidad, el compromiso y la integración en general, fomentando encuentros interpersonales, diálogo, acercamiento y comunicación. Esto ha permitido a su vez, que se despierte un mayor entusiasmo por el trabajo organizado. Especial mención tendríamos que hacer con respecto a los jóvenes que se han integrado mas en sus parroquias, buscando un enriquecimiento espiritual para descubrir su propia vocación.
El enunciado del objetivo de la Fase del Plan que concluimos, repetido en diversas oportunidades por las comunidades, nos ha permitido sensibilizar a nuestro pueblo en el valor y respeto a la dignidad de las personas, despertando una inquietud por conocer la Doctrina Social de la Iglesia y preocupación por nuestros indígenas y campesinos y por los problemas sociales que se viven en nuestra sociedad. En estas circunstancias álgidas de nuestra sociedad es importante este logro, que despierta la sensibilidad y el compromiso social del cristiano.
La organización, a través de las estructuras de participación, ha facilitado el alcance de las metas que se han planteado, especialmente, algunas comisiones diocesanas. Los equipos zonales y sectoriales se han reforzado. Especial mención debemos hacer de las siguientes comisiones diocesanas: Catequesis, que ha dado pasos hacia la implementación de los itinerarios; la Pastoral Familiar, que ha incorporado al Movimiento Familiar en el Plan Diocesano; la Pastoral Social y la Vicaría de Derechos Humanos “Humana Dignitas”, que han adquirido respeto ante las instancias gubernamentales. Aun cuando no existe una Pastoral Juvenil orgánica diocesana, sin embargo, existen grupos juveniles en la mayoría de las parroquias.
Los agentes han tomado más conciencia del trabajo en equipo y de la promoción de las relaciones interpersonales; lo que, a su vez, ha llevado a los catequistas, por ejemplo, y a otros agentes, a estar más motivados y cambiar de mentalidad frente al trabajo. Se ha despertado una gran motivación para formarse mejor. Hay que resaltar de igual manera que se nota un esfuerzo en los agentes por conocer y vivir la Espiritualidad comunitaria que propicia el Plan Diocesano.
2. – RETOS PARA LOS PRÓXIMOS AÑOS
Como dije al comienzo, esta evaluación, unida a la realidad concreta que vivimos en nuestro país en estos momentos, nos hace tomar conciencia de los retos que para los próximos años se nos plantean.
Considero que el conocimiento y la asimilación del Plan Diocesano por parte de todos los agentes de pastoral constituyen un inmenso reto. Es imposible obtener los logros pastorales que nos hemos propuesto si no hacemos de él, parte esencial de nuestro compromiso como Iglesia local. Hay que reconocer que la gran mayoría de los agentes se encuentran entusiasmados trabajando dentro de estos parámetros; sin embargo, es un reto que no podemos olvidar: el logro de que todos se incorporen al Plan.
En esta sociedad tan dividida, plagada de odios, rencores y egoísmos, se nos presenta el inmenso reto de vivir el mandamiento del Señor, que en nuestro Plan Diocesano, se expresa en el Objetivo de esta primera fase de esta primera Etapa. Estamos llamados a formar comunidad y hay que reforzar el primer paso de crear “espacios de encuentro interpersonal”
Teniendo en cuenta la situación social que vivimos en nuestro país, considero que otro reto que no podemos eludir es la formación de nuestros bautizados, tanto en el conocimiento de la persona de Jesús y de su Evangelio, como en sus exigencias sociales. Por lo tanto se constituyen en reto para nosotros la Evangelización, la Catequesis y la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia.
Finalmente, en la evaluación realizada se plantea que es también un reto que debemos afrontar, el aspecto económico, pues, para implementar el Plan son muchas las deficiencias de recursos.
3. RESULTADO DE LA EVALUACIÓN
Después de haber escuchado al Colegio de Consultores y haberle rogado al Señor en la oración que nos iluminara con su Espíritu, he llegado a esta conclusión:
Hemos logrado en un gran porcentaje el Objetivo que nos propusimos para esta Primera Fase de la Primera Etapa de nuestro Plan Diocesano; por lo que debemos pasar a la siguiente Fase; pero como no hemos alcanzado el objetivo en su totalidad, invito a tomar todo este año para reforzar las estructuras de participación y reflexionar de cara a conocer, asumir y practicar los siguientes temas: opción fundamental, criterios de acción, espiritualidad comunitaria, eclesiología del Concilio Vaticano II y Documentos del magisterio latinoamericano, funciones del EDEC, EPAP y Comisiones Diocesanas.
4. – ORIENTACIONES Y SUGERENCIAS PARA LA PRÓXIMA PROGRAMACIÓN
Considero en primer lugar, que es necesario crear y fortalecer la Comisión de Pastoral de Multitudes, con representantes zonales, que elaboren la programación enfatizando las actividades parroquiales y zonales, sin dejar de lado una o dos diocesanas. Quizás sería bueno crear subcomisiones zonales. Invito a esta comisión a revisar además la programación, de tal manera de que se determine cuáles son las fiestas religiosas que tienen mas aceptación en nuestro pueblo.
En cuanto a las Comunidades de Base es necesario que la Vicaría de Pastoral haga un estudio más profundo de ellas que le permita conocer y valorar la experiencia que tienen en esta diócesis a fin de encontrar caminos de enriquecimiento mutuo. Recordemos que esta experiencia es la meta hacia donde debemos ir como Iglesia, según nuestro Plan Diocesano.
La Pastoral Familiar debe redefinir su ser y su quehacer, partiendo de un diagnóstico de nuestra diócesis, de cara a que la evangelización de nuestras familias parta de la vivencia de ellas mismas. Es importante utilizar para esto situaciones concretas como: bendición de aniversarios matrimoniales, abrazo en familia, bendición de hogares, entronización de la Biblia, presentación de los recién nacidos, etcétera.
Inmensa preocupación tengo con respecto a la Pastoral Juvenil. Es necesario crear, organizar y luego, fortalecer esta comisión; de tal manera que ella logre encontrar las vías adecuadas para responder a la problemática de nuestra juventud. La Pastoral Juvenil tiene una gran importancia en la Pastoral Vocacional y ésta, a su vez, es urgente para nuestra Iglesia local.
En cuanto a Comisión de Catequesis quisiera invitarlos a que continúen ayudando a toda la Diócesis en la profundización y concretización de los pasos necesarios para implementar los itinerarios catequísticos. Recordemos que éste es un programa no sólo diocesano, sino que a nivel nacional y aún mundial se está implementando. “Habrá que procurar que se integren con acierto las diversas etapas del camino de la fe, procurando de modo particular que la catequesis de infancia encuentre armónico complemento en las etapas posteriores.” (Directorio General para la Catequesis, 171) “La catequesis debe ofrecerse como un itinerario permanente de fe, metodológicamente elaborado, que acompañe a la persona durante toda su vida.” (Plan de Renovación Diocesana).
De igual manera, las otras comisiones que componen el nivel de Servicios Pastorales deberán revisar las normas para la recepción de los sacramentos, buscando facilitar la implantación de los itinerarios catequéticos.
La Comisión de ERE, deberá intensificar la formación de los docentes que imparten la Educación Religiosa Escolar en nuestras escuelas y buscar las estrategias para formar la Comisión Diocesana de Educación, que abarque todo el ámbito educativo en nuestra Iglesia local.
De nuevo, si partimos de la realidad social tan crítica que vivimos, tenemos que insistir en nuestro trabajo como Iglesia en la Pastoral Social de la Diócesis. Por eso invito a esta comisión que haga una profunda revisión de si misma con el fin de conseguir una mejor organización que pueda ofrecer respuestas efectivas a las necesidades de nuestro pueblo.
Finalmente, invito a los Coordinadores de Zona y al EDEC para que en comunión conmigo, como Pastor de esta Iglesia Local, revisemos las comisiones que están en el plan, pero, que no están funcionando, a fin de definir si son necesarias en estos momentos y ver si hacen falta otras, que no existen. Entre ellas cabe destacar la Comisión de Formación que debe unificar criterios y esfuerzos para dar respuesta a la necesidad de formación de los agentes de pastoral, planteada en esta última evaluación.
5.- CONCLUSIÓN
Queridos hijos e hijas, como les dije en un comienzo, debemos hacer nuestro este Plan diocesano de Renovación Pastoral. Con mucho entusiasmo y responsabilidad implementemos en cada una de nuestras parroquias este estilo de Iglesia. Ya el Concilio Vaticano II ve en la experiencia comunitaria de la Iglesia primitiva el modelo y clave de la renovación eclesial. Que este año, que estamos dedicando a profundizar algunos temas fundamentales para el logro de los objetivos que nos hemos propuesto y a fortalecer las estructuras participativas del plan, sean un tiempo de profundo compromiso que nos permita pasar a la siguiente fase el próximo año.
Recordemos las palabras del Santo Padre en la Novo Milenium Ineunte: “Duc in altum” (Lc. 5,4). Si a la Iglesia Universal, nos dice el Santo Padre, se le abre “una nueva etapa en su camino”, a nosotros, Iglesia Diocesana, se nos concede un momento especial de Gracia para abrirnos con confianza al futuro. Con el Santo Padre les recuerdo: “Es preciso ahora aprovechar el tesoro de gracia recibida, traduciéndola en fervientes propósitos y en líneas de acción concretas.” (NMI 3).
A esta hermosa y trascendental tarea quiero invitarlos a todos Ustedes, para que unidos como Iglesia que peregrina en estas hermosas tierras guayanesas, atentos y a la escucha de la Palabra de Dios, unidos en comunión fraterna y en la “fracción del pan”, hagamos presente el Reino de Dios en medio de nuestro pueblo. ¡Caminemos con esperanza!.
Que la Santísima Virgen María, la Purísima Concepción, nos acompañe y guíe hasta su Hijo Jesucristo para que dóciles a su Espíritu vivamos un nuevo Pentecostés en nuestra Iglesia diocesana.
Los bendigo de todo corazón con afecto paternal.