A los miembros del presbiterio diocesano, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas, miembros de comunidades, grupos, movimientos y asociaciones laicales, a todos los fieles de nuestra diócesis. Gracia y paz, a todos ustedes, de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor.
1. Han transcurrido dos años desde el inicio de mi ministerio episcopal en estaIglesia guayanesa, y aún agradezco al Señor este don maravilloso deencontrarme entre ustedes. He llegado, como obispo, con la confianza puesta enCristo; como aquel que se siente llamado y enviado por el Señor para ser enmedio de ustedes un pastor conforme al corazón de Cristo.
Durante este tiempo me he propuesto conocer muy bien nuestra Diócesis; he andado por muchos caminos, en especial, por la zona sur que muestra situaciones y realidades tan diversas. Durante mis viajes he podido observar, entre tantas cosas, una Diócesis con una gran vitalidad pastoral, con un fuerte apego a sus tradiciones religiosas, poseedora de una hermosa espiritualidad mariana, marcada por una riqueza desde el punto de vista naturalístico, artístico, cultural e incluso económico; una Diócesis que al igual que otras regiones del país está hundida en terribles problemas sociales, en injusticias de diversa índole, donde se palpita un continuo esfuerzo de su gente por subsistir en medio de tantas calamidades. Una Diócesis que va haciendo un recorrido arduo, pero fecundo, a través del Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización.
- Mirando el itinerario que se ha hecho, hasta ahora, en nuestro ProyectoDiocesano de Renovación y Evangelización, no nos queda más que agradeceral Señor por los aciertos que se han alcanzado y pedir su ayuda para continuaradelante. En este momento nos encontramos finalizando la primera etapa deeste Proyecto de Renovación, que se denomina: Etapa Kerigmática:Convocación y Primer Anuncio, la cual está articula en tres fases específicas:a) Sensibilización al Encuentro, b) Sensibilización a la Fraternidad y c) FaseSensibilización a la Iglesia-Comunidad. La conclusión de esta etapakerigmática nos impulsa a la realización de un gran evento diocesano como loes la Semana de la Fraternidad, la cual se extenderá desde el 24 de noviembrede 2019 al 08 de diciembre de 2020.
- La experiencia de la fraternidad es algo constitutivo, esencial, en la vida del cristiano. Jesús nos enseña a llamar a Dios: «Padre nuestro» (Mt 6,9); sólo Él es el único que puede introducirnos en la relación de filiación que tiene con el Padre, por ello habla de: «vuestro Padre que está en los cielos » (Mt.5,48) y más aún, Jesús declara que son hermanos suyos aquellos que «oyen la palabra de Dios y la cumplen» (Le 8,21). Por su parte, San Pablo nos enseña, a la luz de Gal 3 y 4, que: «Dios ha enviado su Hijo, a fin que nosotros recibiéramos la filiación adoptiva». Y esta filiación la obtenemos, o se funda, en el bautismo y en la fe: El que acepta al Hijo por la fe y el bautismo es también aceptado por el Padre como su hijo. Esta filiación divina de una parte se funda en una libre decisión de Dios, y de otra parte se funda en la aceptación que el hombre hace ante la decisión divina de reproducir en nosotros la imagen del Hijo único de Dios (Cf. Rom 8,29). Y concluye en Apóstol, indicando en Rom 8,14-15, que: «Los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Porque no recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor, sino que recibisteis un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos «Abbá», Padre»; al darnos su Espíritu, Jesús nos hace partícipes de su filiación divina, y nos hace hermanos suyos, e hijos adoptivos de Dios nuestro Padre.
- Siendo fiel al dato revelado debemos afirmar que la consecuencia inmediata de ser todos hijos de Dios es la fraternidad. En el reconocimiento de Dios como Padre de todos va implícito el reconocimiento de todos los hombres como hermanos. Somos uno porque en Jesús, primogénito entre muchos, descubrimos el camino para acercarnos al Padre común, y en consecuencia reconocemos como hermanos a todos los hombres. Sólo en la fraternidad entre los hombres se puede vivir y experimentar la filiación divina. Sabemos que para Dios sólo hay un Tú original, el unigénito, Jesús; nosotros entramos en relación con el Padre al unirnos con Jesús en la fuerza del Espíritu; ahora bien, el Espíritu no es un don a cada creyente, sino también, y casi sobre todo diría, un don a la Iglesia. En nuestra Diócesis queremos celebrar este don maravilloso de nuestra filiación a través de esta Semana de la Fraternidad, teniendo en perspectiva la II Asamblea Nacional de Pastoral. A lo largo de todo el año que viene, desde la Vicaría Diocesana de Pastoral, se irá anunciando y llevando a cabo en las distintas parroquias de nuestra Diócesis, las diversas actividades que irán dando sentido a esta Semana de la Fraternidad. Una vez concluido este evento, ejecutaremos una revisión y actualización de nuestro Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización, para en entrar así al paso o etapa correspondiente.
- Otro acontecimiento que nos llena de gran alegría es la celebración de los cuarenta años de la fundación de nuestra Diócesis. El 2 de agosto de 1979, el Santo Padre San Juan Pablo II con la carta apostólica: «Cum Nos DominiNostri Mandato», crea la Diócesis de Ciudad Guayana, nombrando a Monseñor Medardo Luzardo Romero como su primer obispo. Posteriormente el 24 de noviembre de ese mismo año, Monseñor Ubaldo Calabresi, Nuncio Apostólico en Venezuela, ejecuta la carta apostólica «Cum Nos DominiNostri Mandato», declarando canónicamente erigida y constituida la Diócesis. Agradecemos al Señor por todos los bienes con los que nos ha bendecido a lo largo de cuarenta años de vida como Iglesia local guayanesa. Este aniversario diocesano lo celebraremos dentro del contexto de la Semana de la Fraternidad con diversos actos que se anunciarán oportunamente. No está demás pedirles, mis queridos hermanos y hermanas, que oremos por nuestra Diócesis, no sólo «para que el dueño de la viña» (Le 10,2) nos envíe abundantes vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, sino también para que se acabe tanta injusticia y violencia en nuestro territorio diocesano, y que puedan germinar los valores del evangelio en nuestro suelo y cese esa idolatría por el oro, que poco a poco está destruyendo nuestro ecosistema amazónico. Que se haga realidad en nuestra Diócesis la civilización del amor y podamos vivir todos en la auténtica dignidad de los hijos e hijas de Dios nuestro Padre.
- Con esta carta, que es mi primera carta pastoral, quiero convocar a vivir esta Semana de la Fraternidad en todos los rincones de nuestra geografía diocesana. Animo a todos los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas, agentes de pastoral, etc., a que hagan de esta Semana de la Fraternidad una ocasión propicia de renovación pastoral y espiritual de todas las comunidades parroquiales. Invoco a María, Madre Inmaculada, pidiéndole de todo corazón su intercesión y ayuda para que todos nosotros podamos encontrar en Cristo su Hijo el auténtico programa para la liberación y transformación de nuestras vidas. Que nos ayude la Inmaculada a reconocernos y a amarnos como hermanos, como hijos de un único Padre bueno, que nos ama profundamente.
Dado en el Santuario de la Inmaculada Concepción,en San Félix, el 8 de diciembre de 2019.