En horas de la mañana de este sábado 24 de octubre, en el gimnasio Hermanas Gonzáles ubicado en el sector Castillito de Puerto Ordaz, se llevó a cabo en un ambiente sencillo y de mucha alegría la Consagración Episcopal de Mons. Juan Carlos Bravo Salazar, quien junto a familiares y amigos compartió la dicha de ser nombrado por SS Francisco II Obispo de la Diócesis Acarigua – Araure.
El Nuncio Apostólico Aldo Giordano hizo entrega de la Bula Pontificia donde se nombra a Juan Carlos Bravo Salazar como obispo y con mucha alegría comunicó la cercanía de SS Francisco con la Iglesia transmitiendo sus saludos y bendiciones. » No temas, no tengas miedo, con el resucitado todo es posible» dijo para finalizar el Nuncio Apostólico.
Posteriormente, el Vicario General de la Diócesis de Acarigua-Araure hizo lectura de la Bula Pontificia dando continuidad a todo el rito de la liturgia de la ordenación, donde Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera, III Obispo de esta Diócesis pronunció la homilía, en la cual enfatizaba la alegría, el servicio y la labor pastoral que le ha sido confiada a Mons. Juan Carlos en tierras llaneras.
Mons. Mariano José Parra Sandoval junto a Mons. Ángel Francisco Caraballo Fermín y Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera estuvieron a cargo de la imposión de manos y de la oración consecratoria.
Obispos y Sacerdotes de otras Diócesis estuvieron presentes, así como también feligreses de la Diócesis de Acarigua-Araure.
Mons. Juan Carlos Bravo, quiere mantener muy presente una oración inspirada en una conversación que sostuvo con un sabio, pobre y humilde que dice:
¿Lo importante? ¡Lo importante…! Lo importante
Que lo importante no sea el solideo y la Mitra que llevaré en mi cabeza, sino quien ilumina mis pensamientos, mis decisiones y quien abre mi mente a mi conversión.
Que lo importante no sea el báculo que llevaré en mi puño, sino de quién me sostengo en mi diario caminar.
Que lo importante no sea el anillo que llevaré en mi dedo, sino quien me lleva de la mano y a quien llevo en las mías.
Que lo importante no sea la cruz que llevaré en mi pecho, sino quien vive en mi corazón.
Que lo importante no sea el hábito que pueda usar, sino quien me ha revestido de su amor.
Que lo importante sea siempre Señor; conocerte, amarte y anunciarte con coraje, entusiasmo, alegría, misericordia, pasión y perdón.
Que mi forma de vestir, de vivir y de actuar nunca sea un escándalo para los pobres de mi pueblo, ni una confusión con los poderosos de este mundo. De la tentación de anunciarme a mi mismo, líbrame Señor. Amén.
Que esta sea su oración por mí y que el señor me moldee, como vasija de barro que soy, a ser el pastor que esa Iglesia local merece, necesita y desea. Me despido de ustedes implorando su bendición y su oración.
Tu hermano
Juan Carlos