
Señaló que “Dios, que nunca da a un hijo por perdido”, y que Jesús nos pide ser canal y testimonio de su misericordia hacia los necesitados
El papa Francisco ha tenido hoy como todos los miércoles en el Vaticano, la audiencia general, en la cual ha centrado su meditación sobre la misericordia. A su llegada a la plaza de San Pedro, en donde se realizó la catequesis a pesar del día gris y lluvioso, saludó a los presentes que le recibieron con entusiasmo, agitando banderas y pañuelos.
Toda la revelación de Dios es un incesante e inagotable amor por los hombres: Dios es como un padre y como una madre que ama con un amor infinito y lo derrama con abundancia sobre toda creatura”,
En su resumen en español el Papa señaló que hoy fue leído el pasaje evangélico “que inspira el lema de este año santo: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. Y recordó a los presentes que “Dios nos ama con un amor tan grande que nos parece imposible”.
La Iglesia no puede dejar de ser sacramento de la misericordia de Dios en el mundo, en todo tiempo y hacia toda la humanidad. Todo cristiano, por lo tanto, es llamado a ser testigo de la misericordia, y esto sucede en el camino a la santidad. Aseguró es así, ya que “toda la historia de la salvación es una historia de misericordia, que alcanza su culmen en la donación de Jesús en la cruz”.
Y a la pregunta ¿Cómo alcanzar esta perfección?, señaló: “La respuesta estriba en que Jesús no pide cantidad, sino ser signo, canal, testimonio de su misericordia. Por eso los santos han encarnado el amor de Dios que les desbordaba en múltiples formas de caridad en favor de los necesitados”.“El Evangelio nos da dos pautas para ello: perdonar y dar. Jesús no busca alterar el curso de la justicia humana, pero manifiesta que en la comunidad cristiana hay que suspender juicios y condenas”.
Indicó también que “el perdón es manifestación de la gratuidad del amor de Dios, que nunca da a un hijo por perdido. No podemos ponernos por encima del otro, al contrario debemos llamarlo continuamente a la conversión”. Este pilar del perdón nos muestra la gratuidad del amor de Dios, que nos ha amado primero. Juzgar y condenar al hermano que peca es equivocado. Porque, indicó el Santo Padre, “del mismo modo, Jesús nos enseña que su voluntad de darse está muy por encima de nuestras expectativas y no depende de nuestros méritos, sino que la capacidad de acoger su amor, crece en la medida que nos damos a los demás: más amamos, más lleno de Dios estará nuestro corazón”. Dios dona muy por encima de nuestros méritos, pero será todavía más generoso con cuantos aquí en la tierra serán generosos. Con la medida del amor que damos, seremos nosotros mismos a decidir cómo seremos juzgados, como seremos amados. Si observamos bien, existe una lógica coherente: ¡en la medida con la cual se recibe de Dios, se dona al hermano, y en la medida con la cual se dona al hermano, se recibe de Dios!
Pero no se olviden de esto: misericordia y don; perdón y don. Así el corazón crece, crece en el amor. Sean misericordiosos!
