EVANGELIO DEL DÍA DOMINGO 14 DE JULIO DEL 2019 

Lucas 10,25-37: “En aquel tiempo, un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?» El hombre contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.» El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: « ¿Y quién es mi prójimo?» Jesús empezó a decir: «Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vio, tomó el otro lado y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, tomó el otro lado y pasó de largo. Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio; pero éste se compadeció de él. Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que él traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: «Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.» Jesús entonces le preguntó: «Según tu parecer, ¿cuál de estos tres fue el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?» El maestro de la Ley contestó: «El que se mostró compasivo con él.» Y Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo.»

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

En este décimo quinto Domingo del tiempo ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos en honor a San Camilo de Lelis Nació en Abruzos (Italia) en 1550. Siguió la carrera militar, igual que su padre. Le apareció una llaga en un pie, que lo hizo dejar la carrera de las armas e irse al Hospital de Santiago en Roma para que lo curaran. En el hospital de Roma se dedicó a ayudar y atender a otros enfermos, mientras buscaba su propia curación. Aunque tuvo que soportar durante 36 años la llaga de su pie, nadie lo veía triste o malhumorado. Con sus mejores colaboradores fundó la Comunidad Siervos de los Enfermos el 8 de diciembre de 1591. Ahora se llaman Padres Camilos. Murió el 14 de julio de 1614, a los 64 años.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Jesucristo según San Lucas, capítulo 10, versos del 25 al 37. En el que se relata la muy conocida parábola del buen samaritano, o la respuesta correcta para saber quién es nuestro prójimo. El maestro de la Ley, puso a prueba a JESÚS, preguntándole sobre sus deberes para poder alcanzar la vida eterna, El Maestro le retruca, preguntándole: ¿que está escrito en la Ley?» El hombre contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.» Hasta aquí parecía que todo estaba claro y que la conversación había terminado.

Pero el experto de la Ley quiere ir más allá, y esperaba que le asignaran los límites exactos de su deber. ¿A quién tenía que atender? ¿A los de su familia?, ¿a los hermanos de raza?, ¿a otros, tal vez?, por eso le pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» JESÚS no responde directamente a su requerimiento, sino que le relata una parábola para que sea el mismo quien deduzca quien es su prójimo.

Es significativo que JESÚS concluye su relato con otra pregunta diferente de la primera: ¿Cuál de estos tres fue el prójimo? Es como si dijera: No calcules para saber quién es tu prójimo, sino déjate llevar por el llamado que sientes en ti y hazte prójimo, próximo a tu hermano que te necesita. Porque mientras consideremos la Ley del amor como una obligación, no se hará realidad la construcción de un mundo mejor, porque no es el servicio obligado el que Dios quiere que hagamos, sino el que brote de las entrañas del corazón tal como Él nos lo ha enseñado con su ejemplo.

También es importante tener en cuenta que el amor al prójimo no consiste solamente en conmoverse ante la miseria del otro, es decir en preocuparse, sino que hay que ocuparse de sus necesidades. Nótese cómo el samaritano se detuvo a pesar de lo peligroso que era aquel lugar, curó las heridas del moribundo, lo monto en su cabalgadura, lo llevó a la hospedería, pagó y se comprometió a costear todo lo que fuera necesario. Más que «hacer una caridad», se arriesgó sin reserva ni cálculo, y esto con un desconocido.

Una vez más JESÚS nos hace ver que, muchas veces, los que aparecen ser funcionarios de la religión o los que se creen cumplidores de la Ley no saben amar, y da una lección magistral, según la cual toda ley queda supeditada por la práctica del amor eficaz, capaz de asumir la condición del maltratado, como propia y llevarlo hasta el lugar de su sanación. Fue nada menos que un samaritano, es decir, un extranjero que los judíos consideraban un hereje, quien se hizo cargo del hombre herido, sin estar viendo quien era, ni cuales consecuencia iban a acarrearle dicha acción.

Sin lugar dudas que esta parábola no nos es ajena porque hoy son miles de mujeres y hombres que son golpeados y despojados continuamente de sus pertinencias y de su dignidad, mientras van avanzando por los caminos de la vida y también somos miles los que permanecemos indiferentes y si nos preocupamos no nos ocupamos, quizás por miedo o quizás porque no lo creemos parte de nuestras obligaciones cristianas. Hoy es el día para revisar nuestra actitud ante estos hechos que desdicen mucho la existencia de una comunidad cristiana.

Señor JESÚS, ayúdanos a entender que todos nuestros semejantes son nuestros prójimos, y que por muy andrajoso y por muy canalla que nos parezcan, deben contar con nuestra acción decidida para servirles y amarlos, porque si somos seguidores tuyos debemos amaramos sin distingo de razas y condición social. Amén.