EVANGELIO DEL DÍA JUEVES 1 DE JUNIO DEL 2017

                 

 

       Juan 17, 20-26: “En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: No ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mí por su palabra. Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí. Padre, ya que me los has dado, quiero que estén conmigo donde yo estoy y que contemplen la Gloria que tú ya me das, porque me amabas antes que comenzara el mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocía, y éstos a su vez han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amas esté en ellos y también yo esté en ellos.»

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

El santoral del día nos presenta la celebración en memorial de San Justino, cuyo nombre significa justo fue un filósofo y mártir. Nació en Flavia Neápolis, Samaria, a comienzo del siglo II, Escribió dos obras de gran renombre: “Dos Apologías” y “Diálogo con el judío Trifón”.

Por su parte la liturgia nos presenta para nuestra vivencia diaria, al del Evangelio de Juan, capítulo 17, versos del 20 al 26. En el que el Evangelista Juan advierte que la misión saldrá adelante en la medida en que los discípulos de Jesús establezcamos una unión profunda y consistente con JESÚS.

Cristo pidió que su Iglesia fuera una, es decir, que fuera señal de unidad en un mundo desunido. No basta con que se predique a Cristo: es necesario que todos vean en medio de ellos la Iglesia única y unida. Iglesia católica, es decir, universal, donde ninguno se sienta extraño. Iglesia una, por un mismo espíritu y por la unión visible de sus miembros.

La historia de la Iglesia parece desmentir la oración de Jesús y su voluntad de edificar su Iglesia sobre la comunidad de los Doce, haciendo de Pedro la cabeza visible del grupo apostólico y de toda la Iglesia. Y es que se requiere mucho amor y comprensión para mantener la unidad entre personas de temperamentos diversos y entre pueblos de culturas diferentes. Desde los primeros años no faltaron quienes rechazaban la fe tal como la enseñaban los apóstoles; de ahí nacieron varios grupos o sectas. Más tarde, por razones históricas, los países del mundo romano se dividieron en dos grandes bloques: uno en el oriente, en el que seguía la civilización griega; otro en el occidente (Europa occidental), en el que, después de las invasiones de los pueblos bárbaros, surgió la cultura medieval.

Las relaciones entre los cristianos de estas dos partes se hicieron cada vez más difíciles. Y porque vivían la misma fe con tradiciones y usos religiosos diferentes, empezaron a considerarse como que no tenían la misma religión. Fue así como las Iglesias orientales, o sea, ortodoxas, se apartaron de la Iglesia romana. Tiempo después, el descuido de la jerarquía por atenerse en todo a la palabra de Dios, así como también la oposición impresionante entre el peso social de las instituciones de la Iglesia y los llamados proféticos del Evangelio, llevaron a los protestantes o evangélicos a rebelarse primero en nombre de una Palabra encadenada, y luego a fundar otras iglesias reformadas.

Esta separación, sin embargo, tenía motivaciones muy complejas. La crisis cultural por la que atravesaba la cristiandad obligaba a los cristianos a revisar su actitud frente a la Biblia, frente a la filosofía y la conciencia nacional. Según cual fuera la opción que uno tomaba frente a esos problemas, se unía a los protestantes o a los católicos. En los últimos años, se están aclarando las dificultades venidas del pasado. Católicos, ortodoxos y protestantes multiplican los esfuerzos para reunir a los creyentes. Sin embargo, al mismo tiempo, se advierten nuevas grietas en el interior de cada Iglesia. Pues frente a los problemas candentes de hoy, los cristianos no solamente se ubican en diversas opciones políticas, sino que no están de acuerdo en su manera de comprender a Cristo y de entregar su mensaje. Y la falta de espíritu misionero en las grandes Iglesias ha favorecido la multiplicación de Iglesias populares, o espontaneas, y de sectas que desdicen mucho del espíritu de mansedumbre que nos exige en ser y el hacer cristiano.

Por eso hoy es el día para pedirle a nuestro hermano y Señor JESÚS, que nos de su Espíritu, para vivir la unidad de su Amor y así el mundo crea que Él es el camino, la verdad y la vida para llegar al Padre. Amen.