EVANGELIO DEL DÍA JUEVES 14 DE DICIEMBRE DEL 2017

Mateo 11,11-15: “En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista, y sin embargo el más pequeño en el Reino de los Cielos es más que él.  Desde los días de Juan Bautista hasta ahora el Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él. Hasta Juan, todos los profetas y la Ley misma se quedaron en la profecía. Pero, si ustedes aceptan su mensaje, Juan es este, Elías que había de venir. El que tenga oídos para oír, que lo escuche”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a San Juan de la Cruz, Carmelita reformador del siglo XVI. Nació en 1542 y murió en la madrugada del 14 de diciembre 1591. Pertenece a los escritores de la edad de Oro Español. Consejero de la gran Santa Teresa de Jesús. Mente brillante, poeta fuera de serie, padre de la espiritualidad. Sus “Noches Oscuras”  y “Cantico Espiritual”, son inolvidables.

Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Mateo capítulo 11, versos del 11 al 15,, en el que se relata el discurso de Jesús, haciéndoles un gran reconocimiento a su precursor Juan el Bautista, y del que se destaca lo extraordinario de su misión: “No se ha manifestado uno más grande que Juan” Esto de manifestarse apuntaba necesariamente a un hombre importante, rey o a un profeta, que era bien entendido por los contemporáneos de Jesús, que esperaban ansiosamente la venida del Mesías, y que para los más aventajados en el conocimiento de la Ley, sabían que antes de la venida del Mesías tendrían la manifestación de Elías, por eso Jesús les aclara eso, es decir les dice que ya el tiempo se ha cumplido, que el Elías que tenía que venir era Juan y que el Mesías que ellos estaban esperando es ÉL.

“El Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él” estas palabras podrían también ser traducidas así: «el Reino de Dios se abre caminos por la fuerza» (Rom 1,16). El Reino de Dios es la fuerza que lleva adelante la historia, aprovechando los cambios lentos o violentos de la condición humana. Los creyentes son llamados a tomar parte en esa constante transformación.

El texto se cierra con una expresión, que es reiterativa en los discursos de Jesús: “El que tenga oídos para oír, que lo escuche”, y que también se conecta con su enseñanza del Antiguo Testamento ya está presente en el mensaje de varios de los Profetas de los que destacamos a Jeremías 5:21«Oíd ahora esto, pueblo necio e insensible, que tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen” y a Isaías6:9: «Escuchad bien, pero no entendáis; mirad bien, pero no comprendáis”. Porque como dice el dicho popular no hay peor ciego que él no quiere ver, ni sordo que el que no quiere escuchar.

En este tiempo de Adviento  nos viene bien escuchar esta invitación de Jesús, para la escucha de la Palabra y saber que cada uno de nosotros hemos sido dotados de unas cualidades y de unos dones para ponerlos al servicio de los otros, sin estar pendientes de los reconocimientos o del “cuanto hay pa´eso”, porque tal como nos los dice Jesús, ese desprendimiento para asumir la misión es que nos hará tan igual o mayor que Juan ante los ojos de Dios.

Claro está que no es fácil ser profeta al servicio del “Reino de los cielos”, sobre manera en una realidad como la que vivimos actualmente, pero ante tantos problemas y símbolos de la muerte que atentan con nuestras intenciones de ser servidores de Reino, debemos apostarle a la vida aunque en ello se nos vaya la vida misma, en la seguridad de que con eso ganaremos algo mucho mejor que esta  circunstancia terrena.

Señor Jesús ayúdanos a agudizar nuestros sentidos para que no seamos sordos a Tu voz, para entender nuestra misión, ni ciegos para no ver la realidad de cada día, que exige a cada uno de Tus seguidores un bautismo de arrepentimiento y conversión al estilo de Juan el Bautista. Amen.