Mateo 18, 21-19,1: “En aquel tiempo, Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No te digo siete, sino setenta y siete veces.» «Aprendan algo sobre el Reino de los Cielos. Un rey había decidido arreglar cuentas con sus empleados, y para empezar, le trajeron a uno que le debía diez mil monedas de oro. Como el hombre no tenía con qué pagar, el rey ordenó que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todo cuanto poseía, para así recobrar algo. El empleado, pues, se arrojó a los pies del rey, suplicándole: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.» El rey se compadeció y lo dejó libre; más todavía, le perdonó la deuda. Pero apenas salió el empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, gritándole: «Págame lo que me debes.» El compañero se echó a sus pies y le rogaba: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.» Pero el otro no aceptó, sino que lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda. Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contárselo todo a su señor. Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: «Siervo miserable, yo te perdoné toda la deuda cuando me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?» Y hasta tal punto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos, hasta que pagara toda la deuda. Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano.» Después de terminar este discurso, Jesús partió de Galilea y llegó a las fronteras de Judea por la otra orilla del Jordán”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a San Esteban de Hungría, nació en el 975 en Esztergom. Su nombre original era Vajk, de origen pagano y murió el 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción. Este santo tiene el honor de haber convertido al catolicismo al reino de Hungría.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Mateo capítulo 18, verso 21 al capítulo 19 verso 1, en el que ante la pregunta de Pedro, de ¿cuantas veces debía de perdonar a su hermano? Si eran siete veces tal como estaba contemplado en la Ley JESÚS le responde que lo debe hacerlo setenta veces siete, es decir todo el tiempo y en seguida les narra la parábola de los deudores, para reafirmar su expresión.
En la época de JESÚS y en la nuestra uno de los mayores problemas sociales son las deudas en especial cuando las deudas se vuelven impagables por las condiciones sociales o por las condiciones que impone el prestamista. La parábola de los dos deudores nos habla de esa realidad. Pero el problema para los cristianos no era que de hecho existiera esa situación, sino que ellos la reprodujeran en el seno de la comunidad. La deuda del segundo deudor es ínfima y podía ser pagada con unos meses de trabajo o con el excedente de una cosecha normal. Sin embargo al poner del lado las exigencias de consideración, proporción y equidad, los cristianos incurrían en conductas reprochables que desdecía de la fe que profesaban.
Hoy día nosotros nos vemos amenazados con la misma tentación de reproducir en nuestras vidas la misma violencia que domina la cultura social. Creemos que la agresión indiscriminada de individualismo y el egoísmo nos hacen más fuertes, pero puede ser que signifique todo lo contrario y no solo nos debilitemos nosotros, sino que también erosionemos las mismas bases de nuestra fe cristiana. Al confrontarnos con el texto, podemos preguntarnos: ¿Somos conscientes de los anti-valores presente en nuestra sociedad? ¿Somos capaces de controlar esos anti-valores en nuestra personal y comunitaria?
Señor JESÚS, Tú nos invitas a ser imitadores del Padre y no mostrarnos indignos de Él con nuestra tacañería en los gestos del perdón. Ayúdanos a apreciar su infinita misericordia en la relación diaria que tenemos con nuestros semejantes. Amen.