Marcos 12, 28b- 34: “En aquel tiempo se adelantó un maestro de la Ley y le preguntó: « ¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos.» El maestro de la Ley le contestó: «Has hablado muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todas las víctimas y sacrificios.» Jesús vio que ésta era respuesta sabia y le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y después de esto, nadie más se atrevió a hacerle nuevas preguntas”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Hoy celebramos dos mártires de la Iglesia primitiva: Marcelino y Pedro, martirizados durante la persecución de Diocleciano, hacia el año 304. El evangelio habla del mayor de todos los mandamientos. Lo encontramos en Marcos, capítulo 12, versículos del 28b al 34 y dice: Un escriba le preguntó a Jesús: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?”. Jesús le respondió: “El primero es: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
El diálogo de este escriba con Jesús interrumpe un poco la larga controversia con los jefes religiosos. Él no quiere poner a Jesús a prueba. Está dispuesto a acoger la declaración de Jesús que unifica en un solo mandamiento el amor a Dios y al prójimo… Por eso Jesús le dice: no estás lejos del Reino de los cielos.
Los judíos multiplicaron tanto las leyes y mandamientos, eran más de 600, por eso esta vez el escriba hizo una pregunta sincera, que tenía sentido y que tal vez también nos la hacemos también nosotros: ¿cuál es el mayor y el más importante de los preceptos religiosos?
En su respuesta Jesús cita un texto que era recitado todos los días en la sinagoga. Al repetir las palabras de Jesús el escriba reafirma su creencia en un solo Dios y subraya la fe común de Israel, heredada por los cristianos. Lo que acerca al escriba y a nosotros del Reino de Dios, es única y simplemente la vivencia del AMOR a Dios y al prójimo.
De hecho, el amor, la misericordia, la solidaridad, el perdón y la ayuda a los hermanos más pobres vale más que los sacrificios y holocaustos: “El Señor ya nos mostró lo que es bueno. Él quiere que lo hagamos, que nos amemos los unos a los otros y que vivamos con humilde obediencia a nuestro Dios” (cf. Miqueas, 6,8).
En la Bula de Proclamación del Jubileo de la Misericordia nos recuerda el Papa Francisco: “Misericordia es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona… Misericordia es el camino que une a Dios y al hombre, porque nos abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre, no obstante el límite de nuestro pecado” (cf. n. 2).
San Pablo nos recuerda que debemos “conocer como Dios nos ama en Cristo y amar como nos ama el mismo Cristo” (Rom 12,13). En pleno Jubileo extraordinario de la Misericordia solo podemos desear que, en su bondad, Dios mire nuestra pequeñez y nos colme con sus bendiciones y gracias, ayudándonos a ser tan misericordiosos como El mismo lo es. Amen.