Lucas 12,49-53: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia siento hasta que no se haya cumplido! ¿Creen ustedes que he venido para establecer la paz en la tierra? Les digo que no; más bien he venido a traer división. Pues de ahora en adelante hasta en una casa de cinco personas habrá división: tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra del hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El Evangelio hoy está tomado del texto de Lucas, capítulo 12, versículos 49-53: «He venido a traer fuego sobre la tierra y ojalá estuviera ya ardiendo! ¡Tengo que pasar por un bautismo y que angustia hasta que se cumpla! ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? No, pero si la división».
Lucas reúne aquí varias palabras de Jesús en su misión, para mostrarnos la urgencia de decidirnos por Él. Al decir que vino a traer fuego a la tierra (v. 49), queda claro que este fuego se encenderá nuestra pasión por Jesús. A pesar de que la imagen del fuego sugiere juicio, es probable que Lucas lo está asociando con el don del Espíritu Santo. Esto se debe a que el don del Espíritu Santo, dado que a aquellos que aceptan a Cristo, causan divisiones en la tierra. El cristiano, seguidor de Jesús, vive un conflicto permanente, tanto en lo interior, como en sus relaciones con el mundo que lo rodea.
El Jesús presentado por Lucas en este texto no tiene nada que ver con Jesús dulce, presentado en ciertos lugares comunes, que nos trae a la memoria afectiva de la primera comunión. El Jesús que nos invita a seguirle es el «Siervo de Yahvé», el hombre acostumbrado al dolor a punto de afrontar el martirio de la cruz.
Lo que nos pide también no es nada de absurdo o inhumano. Sólo quiere nuestra entrega total e indivisa… Así, lo exige la naturaleza y la urgencia del Reino de Dios. Pide el que nos despojemos de todas los afectos que nos atan a este mundo.
Delante de la grandeza del proyecto del Reino de Dios todo se hace relativo: afectos familiares, bienes materiales e incluso la vida misma. La única forma de ser realmente cristianos es amando incondicionalmente la persona de Jesús, Verbo encarnado del Padre.
Hablando de los desafíos a la evangelización dice el Papa Francisco: «La presencia de Dios acompaña la búsqueda sincera que individuos y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido para su vida. Jesús vive entre sus conterráneos, promoviendo la solidaridad, la fraternidad y el deseo de la verdad y la justicia. «(La alegría del Evangelio n. 71).
Jesús también nos hace la pregunta que le hizo a los hijos de Zebedeo: ¿Podrán beber el cáliz y recibir el bautismo que yo voy a recibir? Vivir la fe con autenticidad es exigente. La dinámica de nuestro bautismo no nos excluye de situaciones difíciles y de los conflictos. Sólo por la fe podemos superar los obstáculos y vencerlos. Oremos pues, al Señor para que aumente nuestra fe y podamos encontrar en Él toda la fuerza necesaria para vencer los obstáculos que se nos presenten. Amen.