EVANGELIO DEL DÍA JUEVES 30 DE AGOSTO DEL 2018

Mateo 24, 42-51: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor. Fíjense en esto: si un dueño de casa supiera a qué hora de la noche lo va a asaltar un ladrón, seguramente permanecería despierto para impedir el asalto a su casa. Por eso, estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos esperan. Imagínense un administrador digno de confianza y capaz. Su señor lo ha puesto al frente de su familia, y es él quien les reparte el alimento a su debido tiempo. Afortunado será este servidor si, al venir su señor, lo encuentra cumpliendo su deber. En verdad les digo: su señor lo pondrá al cuidado de todo lo que tiene. No será así con el servidor malo que piensa: «Mi señor se ha retrasado», y empieza a maltratar a sus compañeros y a comer y a beber con borrachos. El patrón de ese servidor vendrá en el día que no lo espera y a la hora que menos piensa. Le quitará el puesto y lo mandará donde los hipócritas: allí será el llorar y el rechinar de dientes”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a Santa Rosa de Lima. Su fama de santidad era tal, que es la primera santa que antes de ser canonizada fue proclamada, de manera excepcional, patrona del Perú, del Nuevo Mundo y de Filipinas. La bautizaron como Isabel, pero su madre al ver que con el paso de los años su rostro se volvía sonrosado, la empezó a llamar con el nombre de Rosa. Fue laica y no religiosa, una terciaria en la orden de Santo Domingo. Nació en Lima, en 1586 y falleció el 24 de agosto de 1617, a los 31 años. Fue canonizada por el papa Clemente X en 1671, y se convirtió en la primera santa de América.

Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Mateo capítulo 24, verso 42 al verso 51, en el que JESÚS, invita a sus seguidores de todos los tiempos a estar preparados para el día del juicio, llamado «Día de Yahvé» por los Profetas Amós y Sofonías. Cuándo será la hora, no lo sabe nadie. Pues el tiempo no corre igual para Dios que para nosotros. Dios conoce la hora en la eternidad, pero esto no implica que le corresponda una fecha determinada en nuestro tiempo. La fecha no está fijada, sino que depende de cómo nosotros haremos madurar el Reino de Dios con nuestros esfuerzos y nuestras oraciones.

Por eso es que JESÚS nos dice que tenemos que estar siempre alerta como el siervo fiel, que cumple al pie de la letra las instrucciones dadas por su amo y consecuencia se refuerza la relación de confianza. Y no actuar dándolas de señores maltratando a los demás, advertencia que en la mayoría de los casos no cumplimos, porque lamentablemente la inseguridad forma parte de nuestra realidad estructural, y esa misma inseguridad nos vuelve ansiosos y temerosos, generando actuaciones contrarias a nuestro testimonio cristiano.

La confrontación con el texto, nos invita a dar respuesta a esa realidad, con dos actitudes: la primera ha de ser la de construir un capital espiritual que nos impulse a confiar en Dios y superar la inseguridad que nos amenaza a diario. Ya que una espiritual bien fundada, es un capital que no puede ser sustraído por ninguna circunstancia y que nos da la fuerza necesaria para vencer los temores. La segunda actitud, es la de ejercer la tarea del administrador eficiente, que con mucha diligencia realiza sus deberes y cuida de aquellas personas que están a su cargo, ya que su deber no es la de vigilar y castigar, sino la de instruir y animar.

El discernimiento del Evangelio, también nos invita a preguntarnos: ¿pongo mi confianza en el crecimiento de los valores cristianos, tanto humanos como espirituales y comparto con otros ese aprendizaje, o me dejo llevar por la desesperanza y las amenazas de los poderes fácticos del mundo? ¿Estoy preparado para esa visita sorpresa del Maestro, o he dejado eso para otra oportunidad?

Señor JESÚS, haz que como buenos seguidores tuyos, tengamos puestas nuestras miradas y nuestros corazones en Tú obra y en Tu Palabra, para que el día de Tu venida nos encuentres haciendo, lo que nos haz encomendado: el servir y el amar a nuestros semejantes. Amen.