EVANGELIO DEL DIA JUEVES 4 DE FEBRERO DE 2016

Marco 6,7-13: “Jesús Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus malos.  Les ordenó que no llevaran nada para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni morral, ni dinero; que llevaran calzado corriente y un solo manto.  Y les decía: «Quédense en la primera casa en que les den alojamiento, hasta que se vayan de ese sitio. Y si en algún lugar no los reciben ni los escuchan, no se alejen de allí sin haber sacudido el polvo de sus pies: con esto darán testimonio contra ellos.» Fueron, pues, a predicar, invitando a la conversión. Expulsaban a muchos espíritus malos y sanaban a numerosos enfermos, ungiéndoles con aceite”.

 

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

Por el Bautismo nos hacemos discípulos y misioneros, responsables del anuncio del Evangelio a todas las naciones. Con el sacramento de la Confirmación recibimos el don del Espíritu Santo para realizar nuestra misión con disponibilidad y fidelidad.

En el evangelio de hoy, que encontramos en Marcos, capítulo 6, versículos del 7 al 13, vemos a Jesús que envía a los doce a su primera experiencia misionera, después de aconsejarlos y darles los poderes necesarios, los envía.

Nuestro Señor Jesucristo envía a sus Doce discípulos para hacer lo mismo que él estaba haciendo: predicar al pueblo la conversión, anunciar el Reino de Dios, pero principalmente expulsara los demonios y curar a los enfermos. Jesús les muestra la importancia y la urgencia de la misión.

Esa primera experiencia misionera se hace modelo para las futuras actividades misioneras, no sólo a los Apóstoles, sino también para toda la Iglesia. Debemos entender que la acción de los discípulos es la prolongación y actualización de la acción evangelizadora del Maestro: El discípulo no actúa ni habla de sí mismo sino de la acción liberadora de Cristo.

Todavía hoy, en la evangelización del mundo, la Iglesia debe presentar a los hombres la señal de la pobreza. Testimonio que debe ser dado en dos niveles: a través de cada cristiano en su vida particular y en la comunidad eclesial en sus instituciones y más aún en su acción apostólica.

La Exhortación Apostólica “La Alegría do Evangelio”, del papa Francisco, muestra el lugar privilegiado de los pobres en el pueblo de Dios. “A los que sentían el peso del sufrimiento, aplastados por la pobreza, Jesús les asegura que Dios los tiene muy cerca de su corazón: ‘Felices los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios’.

Y continúa así: “Para la Iglesia, la opción por los pobres es más una categoría teológica que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios ‘manifiesta su misericordia ante todo a ellos. […] Los cristianos están llamados a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (cf. La Alegría del Evangelio, n*197-198).

También nosotros estamos llamados a dejarnos evangelizar por los pobres y ponerlos en el centro del camino de la Iglesia, para junto a ellos crecer como discípulos haciendo realidad el Reino de Dios, en medio de nosotros.