Juan 17,20-26:“ En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Marcelino Champagnat, sacerdote francés que fundó la congregación de los Hermanos Maristas. Nació el año 1789, el mismo año de la Revolución Francesa, en Rosey al sur de Lyon. Murió en la madrugada del 6 de junio de 1840, a los 51 años. Sus restos descansan en la capilla de Ntra. Sra. del Hermitage. Fue declarado «Beato» en Roma, por S. S. Pío XII, el 29 de mayo de 1955, domingo de Pentecostés. Y canonizado el domingo 18 de abril de 1999.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Juancapítulo16, verso16al verso20.En el que se nos presenta la conclusión de la bella y profunda oración por la unidad, con la que JESÚS concluye sus palabras antes de dejar a los discípulos. De acuerdo con los expertos es la tercera sección de la oración sacerdotal, que está centrada en aquellos que estimulados por el testimonio de la comunidad se van adherir al Evangelio. Ya no pide solo por los suyos, sino también por los creyentes de todos los tiempos que van acoger su causa por la palabra de sus testigos.
JESÚS reza para que todos sean uno, en el amor, lo que significa unidad en el gozo de la vida. En el mundo cautivo de las ambiciones del poder, del dinero y del lucro, se instaura la injusticia que privilegia minorías y excluye mayorías. Los poderosos se apropian de los medios que sustentan la vida y relegan a los pobres a la privación y la muerte. Someten a los pobres, para que dependan de ellos y se apropian de sus bienes.
JESÚS expresa nuevamente su deseo de unidad entre los discípulos y entre todos los que creerán en él, pidiendo al PADRE, por todos ellos. Y es que, la unidad en el AMOR es la gloria de DIOS. Es proprio del amor generar y comunicar la vida. JESÚS deja bien clara su misión: “Yo vine para que todos tengan vida y la tengan en abundancia”. La unidad en el amor es la unidad en la vida. Que todos tengan vida en abundancia, sin privilegios y sin marginados.
Finalmente desea que los suyos participen de Su Gloria y del conocimiento auténtico del PADRE, que Él les ha Revelado, dándole a conocer Su Nombre. Si en el Primer Testamento el nombre de DIOS estaba vedado a los hombres, con JESÚS se ha corrido ese velo. Y a que el nombre de DIOS es Su AMOR, aquel con el que nos amado el HIJO y que este ha comunicado a los discípulos para que permanezcan en Él
Al confrontarnos con el texto vemos como nuestros SEÑOR es reiterativo en su petición al PADRE, por la unidad en la comunidad, y que ha de estar fundamentada en la comunión entre todos los que nos llamamos sus discípulos y que es vital para hacer creíble Su Mensaje a través del tiempo. Y de esta manera los que nos oigan y los que nos miren crean en JESÚS y en el PADRE que lo envió, más por nuestro testimonio de unidad y comunión que por nuestras palabras.
Y es que, la oración por la unidad impulsa, hoy, a los discípulos de JESÚS a empeñarnos, solidariamente y con amor, en la remoción de toda barrera que lleve a cualquier forma de exclusión y a la extinción de la vida. Viviendo la unidad, alcanzamos la paz y la alegría de la comunión con DIOS. Porque la gran señal de la presencia del AMOR de DIOS en el mundo es la unidad en el amor y en la vida, practicando el compartir y la solidaridad con los que no tienen nada y en definitiva con todos aquellos con los que podemos toparnos diariamente.
Por eso es que hoy es el día para preguntarnos: ¿En que se sustenta nuestro esfuerzo por afianzar la unidad de la comunidad, en nuestros criterios personales o en el mandato de AMOR de nuestro Señor JESUCRISTO? ¿cuál es mi contribución para que otros puedan venir a formar comunidad? ¿con mi testimonio de vida ayudo a construir comunidad o soy motivo para que la comunidad se disgregue?
Señor JESÚS, aparta de nuestros corazones los sentimientos ruines de la envidia, de la avaricia, de la lujuria y de la maledicencia, para que, en las horas de las dificultades y los desencuentros con los miembros de la comunidad, podamos reencontrarnos en tu paz y tu caridad. Amén.