EVANGELIO DEL DÍA JUEVES 8 DE NOVIEMBRE DEL 2018

           

   Lucas 15, 1-10: “En aquel tiempo, los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharle. Por esto los fariseos y los maestros de la Ley lo criticaban entre sí: «Este hombre da buena acogida a los pecadores y come con ellos.»  Entonces Jesús les dijo esta parábola: «Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: «Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido.» Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse. Y si una mujer pierde una moneda de las diez que tiene, ¿no enciende una lámpara, barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y apenas la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque hallé la moneda que se me había perdido. De igual manera, yo se lo digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.»

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta entre otros los santos, en honor al Beato Juan Duns Scoto, nació en la localidad escocesa de Duns, condado de Berwick hacia 1266. Excelso franciscano, virtuoso y brillante teólogo, aclamado como doctor subtilis, es también conocido como doctor mariano y doctor del Verbo Encarnado por su encendida defensa de la Inmaculada Concepción. Murió el 8 de noviembre de 1308. Estaba en el esplendor de su madurez; tenía 43 años. Su excepcional legado intelectual comprende obras de gran envergadura como Ordinatio (Opus oxoniense) y Reportata parisiensa (Opus parisiense).

Juan Pablo II lo beatificó el 20 de marzo de 1993, aunque ya había confirmado su culto ab inmemorabili temporeel 6 de julio de 1991. Al elevar a Scoto a los altares, el pontífice lo denominó «cantor del Verbo encarnado y defensor de la Inmaculada Concepción».

Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Lucas capítulo 15 verso 1 al verso 10, en el que se narra las parábolas de la oveja y la moneda perdida, para resaltar el amor de DIOS, a todos los seres humanos, incluso a aquellos de muy mala conducta y de reputación poco loable. Por eso JESÚS, se reúne y come con ellos, lo cual genera una reacción muy positiva por  su parte, ya que aceptan su mensaje y se convierten en sus seguidores.

En cambio, los que se creían justos y fuertes, se extrañan y murmuran. Comer con la gentuza mal vista, era un signo de amistad inaceptable e intolerable para la doctrina de “los separados”, los justos y fieles. JESÚS, con sus parábolas de la oveja y de la mujer que busca a la moneda perdida, nos enseña a partir de la conducta humano, como es el Amor de DIOS, que ama a justos y pecadores y se interesa y vela por cada uno de nosotros, y se ocupa de manera particular por aquellos que nos encontramos descarriados.

¿Por qué se quejan los fariseos? Porque viven muy preocupados por la pureza ritual. En esa óptica, que está inserta en el Antiguo Testamento, si dos personas tienen un contacto físico, el que es impuro contamina al otro, ya que por definición los pecadores no tienen entre su prioridades, limpiarse de las mil impurezas de la vida cotidiana, JESÚS pasa por ser un maestro que acepta volverse impuro a cada momento, ya que se junta con los impuros y hablará de la misericordia de Dios que no ha eliminado de su horizonte a los pecadores.

Por otra parte, ¡nada más humano que la indignación de los «buenos»: debe verse la diferencia entre nosotros y los demás! Y JESÚS de nuevo se lanza en contra de la vieja idea de los méritos que se adquieren y que Dios debe recompensar. ¡Feliz la oveja que Cristo fue a buscar dejando a las otras noventa y nueve! Y ¡pobres de los justos que no necesitan el perdón de Dios!

Al confrontarnos con el texto pareciera que  nuestra comunidad eclesial, se quedó tan sólo con una oveja, y nos faltan las noventa y nueve, Y es ese el mayor reto que tenemos los cristianos de hoy, ir a las periferias, tocar las puertas de nuestros vecinos, abordar a nuestros compañeros de trabajo o de estudio, hablar en cada una de las paradas del transporte público, o en las múltiples colas que debemos hacer para comprar los bienes y servicios.  Porque tal como lo ha venido planteando el Papa Francisco, hay que salir del círculo tan simpático de los creyentes sin problemas, mirar más allá de nuestras ceremonias renovadas, y estar dispuestos a que nos critiquen como a JESÚS.

Señor JESÚS, danos el discernimiento necesario para entender que quién enciende la lámpara, barre la casa y busca la moneda o la oveja eres  Tú mismo. Y que la celebración casera de la vida es el espejo de la alegría del Cielo, cuando los pecadores nos convertimos en  portadores de Tú esperanza. Amen.