JUAN 6, 22-29: “Después de la multiplicación de los panes, la gente que se había quedado al otro lado del lago se dio cuenta que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había subido con sus discípulos en la barca, sino que éstos se habían ido solos. Mientras tanto algunas lanchas de Tiberíades habían atracado muy cerca del lugar donde todos habían comido el pan. Al ver que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, la gente subió a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo al otro lado del lago, le preguntaron: «Rabbí (Maestro), ¿cómo has venido aquí?» Jesús les contestó: «En verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre.» Entonces le preguntaron: « ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?» Jesús respondió: «La obra de Dios es ésta: creer en aquel que Dios ha enviado”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
A lo largo de toda esta semana iremos reflexionando y meditando, en el capítulo 6 del Evangelio de Juan, conocido como el “discurso del Pan de Vida”. Que la gracia y la luz del Espíritu Santo nos acompañen!
Encontramos el texto de hoy, Juan 6, versículos del 22 al 29, un sinnúmero de acciones. Es el día siguiente a la multiplicación de los panes, una gran multitud regresa al lugar y buscan a Jesús, pero no lo encuentran. Jesús y los discípulos, entraron en la barca y fueron hasta Cafarnaúm. Al encontrarlo del otro lado del lago, preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste aquí?”.
Conociendo sus intenciones, Jesús les respondió: “En verdad les digo, ustedes no me buscan porque han visto milagros, sino porque comieron pan hasta saciarse. Trabajen, no por la comida que perece, sino por la que dura hasta la vida eterna, y que el Hijo del Hombre os dará”.
Iremos profundizando en esta reflexión, pero el punto de partida y de referencia será siempre el relato de la multiplicación de los panes. Tal vez sea hasta interesante releer los 15 primeros versículos del capítulo 6 y conservarlos en la memoria y, principalmente, en el corazón.
El afán de encontrar a Jesús realmente no tenía ningún sentido religioso o de fe. Ellos no habían comprendido el alcance del gesto y de los milagros de Jesús. Imperaba el interés humano e inmediato: se quedarían con Jesús solo para que El, les diera el alimento…
Y sabemos que es justamente eso lo que no debe suceder. La búsqueda de Dios no puede ser motivada por la necesidad de resolver problemas materiales e inmediatos. El alimento material es perecible, para mañana tendremos otras necesidades. Dios no está disponible como un supermercado. Él es el sentido y el valor último de nuestra vida!
Jesús no deja lugar a dudas: nuestro deseo y búsqueda de Dios, el camino para llegar a la vida eterna es uno solo: creer en aquel que el Padre envió para realizar un proceso personal de conversión y el encuentro con Cristo en la adhesión plena a su Palabra. Eso es madurez y crecimiento en la fe.
Hablando de la Eucaristía, enseña el Vaticano II: “Y el memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, señal de unidad, vínculo da caridad, banquete pascual, en que Cristo nos es comunicado en alimento, el espíritu está repleto de gracia y nos es dada la prenda de la gloria futura” (Sacrossanctum Concilium, n. 47).
La Eucaristía sustenta nuestra fe, alimenta nuestra esperanza y nos hace fieles y generosos en la caridad. Ayúdanos Señor con tu alimento diario a construir una comunidad viva, sustentada en Tu entrega diaria en el Pan de la Eucaristía y en el pan de Tu Palabra. Amen.