Lucas 9, 46-50: “En aquel tiempo, a los discípulos se les ocurrió preguntarse cuál de ellos era el más importante. Jesús, que conocía sus pensamientos, tomó a un niño, lo puso a su lado, y les dijo: «El que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El más pequeño entre todos ustedes, ése es realmente grande.» En ese momento Juan tomó la palabra y le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que hacía uso de tu nombre para echar fuera demonios, y le dijimos que no lo hiciera, pues no es discípulo junto a nosotros.» Pero Jesús le dijo: «No se lo impidan, pues el que no está contra ustedes, está con ustedes.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Después de los años de ministerio en Galilea y las regiones circunvecinas de los gentiles, Jesús decide hacer su anuncio liberador y dador de vida en Jerusalén, centro del poder religioso de Israel. Jesús buscaba de aclararle a sus discípulos que no era su misión asumir el poder y dominar, sino más bien dar su vida para liberar y promover la vida de los oprimidos.
Sin embargo, entre los discípulos, hubo una discusión acerca de cuál de ellos era el más grande. Sabiendo lo que estaban pensando, Jesús tomó a un niño, lo puso cerca de él, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, me está recibiendo a mí. Y el que me recibe a mí, está recibiendo a Aquel que me ha enviado. Pues el más pequeño entre ustedes es el más importante».
Juan tomando la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no es de los nuestros.» Jesús respondió: «No se lo impidan, porque el que no está contra nosotros, está a favor de nosotros.»
Esta narrativa, del Evangelio de hoy está en Lucas, capítulo 9, 46-50. Como los discípulos discutían sobre quién era el más grande, pensando que Jesús aspiraba a la conquista del poder, él con mucha didáctica, le muestra a un niño como símbolo de humildad y esperanza.
Los empobrecidos, excluidos y vulnerables, son como los niños al ser acogidos por los discípulos. Y los discípulos, a su vez, deben asumir esta condición de desapego y fragilidad, como si se hicieran niños.
En la convivencia con los discípulos, Jesús les revelará la novedad del Reino: es un reino de justicia, de vida plena para todos, aboliendo los privilegios de aquellos que dominan a los demás a partir de la acumulación de riqueza o a partir del poder religioso. El amor que da la vida acoge a todos unidos con lazos de igualdad y fraternidad. Es el amor que quiere liberar al opresor de su ideología de dominación, y quiere liberar a los oprimidos de su exclusión.
Como los niños, en el abandono en las manos del Padre, estamos llamados a la comunión con los más vulnerables, excluidos y empobrecidos, entrando así en comunión con Dios en Jesús. Pidamos a Dios para que atentos, a las palabras de Jesús, desechemos toda ambición de riqueza y de poder, poniéndonos a servicio de los humildes y necesitados, sembrando la vida que Jesús trajo al mundo. Amen.