EVANGELIO DEL DÍA LUNES 27 DE JUNIO DEL 2016

                  Mateo 8, 18-22: “En aquel tiempo al verse Jesús, rodeado por la multitud, dio orden de cruzar a la otra orilla. Entonces se le acercó un maestro de la Ley y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le contestó: «Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene dónde recostar la cabeza.» Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre.» Jesús le contestó: «Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.»

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

El evangelio de hoy lo encontramos en el capítulo 8 de Mateo, versículos del 18 al 22. Después de haber realizado muchas sanaciones; había un gran número de personas que corrían tras Jesús, ávidos de oír sus enseñanzas y de hacerse sanar por él. San Mateo cuenta entonces tres proyectos de seguimiento… Escuchemos: “Un maestro de la Ley se acercó a Jesús y le dijo: ‘Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas’. Jesús respondió: “Los zorros tienen guaridas, y los pájaros del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reposar la cabeza”.

Otro que era seguidor de Jesús dice: “Señor, deja que vaya primero a enterrar a mi padre”.  Jesús respondió: “Sígueme y deja que los muertos sepulten a sus muertos”. Esto muestra que seguir a Jesús no es fácil. Exige coraje y espíritu de sacrificio. Exige dedicación total. Podemos decir que en este pequeño texto Jesús ofrece instrucciones y las condiciones para quien quisiera seguirlo como discípulo. La primera es estar dispuesto a enfrentar y compartir la dureza de su vida de predicador errante y su absoluta pobreza: “El Hijo del hombre no tiene donde reposar la cabeza…”.

La otra exigencia, tal vez más difícil que la primera: poner los intereses del Reino de Dios por encima de todas las preocupaciones personales, como también de los afectos familiares, con dedicación plena: “Sígueme y deja a que los muertos entierren a sus muertos!”. El presbítero o discípulo, está llamado a ser hombre de misericordia y compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, debe animar y unificar su vida y su ministerio (cf. DA. n. 198).

El Documento de Aparecida desde el 192 al 197 enumera una serie de desafíos que se le presentan al discípulo hoy y que van desde una “identidad teológica”, pasando por la cultura actual y por los aspectos vitales y afectivos, hasta el mismo celibato, a los desafíos estructurales: grandes parroquias y pocos ministros”.

Sigue siendo válida la recomendación de Jesús: Quien quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Pidamos insistentemente para que el amor de Dios sustente nuestra vida y nuestra vocación, haciéndonos fieles discípulos y mensajeros de su misericordia y salvación. Y que el Espíritu Santo nos haga perseverantes en el Bien. Amen.