
MARCOS 6, 53-56: “Terminada la travesía, llegaron a Genesaret y amarraron allí la barca. Apenas se bajaron, la gente lo reconoció, y corrieron a dar la noticia por toda aquella región. Empezaron a traer a los enfermos en sus camillas al lugar donde él estaba, y en todos los lugares a donde iba, pueblos, ciudades o aldeas, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejara tocar al menos el fleco de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo
La Iglesia celebra la memoria de dos Santos: San Jerónimo Emiliano, santo fundador que se dedicó, después de su conversión, al servicio de los más necesitados, y Santa Josefina Bakita, quien fue esclava y luego religiosa, llamada la hermana negra, fue canonizada por San Juan Pablo II en el 2000, convirtiéndose en la primera Santa del Continente Africano.
Y el evangelio de hoy, es de Marcos, capítulo 6, versículos del 53 al 56. Después de la multiplicación de los panes y de caminar sobre las aguas, y haber calmado los vientos y las aguas, llegan a Genesaret y dejan la barca en la orilla. Es el pueblo, nuevamente, que reconoce a Jesús. Marcos nos describe a Jesús recorriendo todas las aldeas de Genesaret y curando toda clase de enfermedades. Ahora, la fe de aquel pueblo parece ser tan grande, que creen que, para ser curados, basta tocar el borde del manto, algo tan fácil que parece un “rito mágico” o “curanderismo y no fe.
Lo que hace la diferencia es justamente, el acto de fe que reconoce en Jesús el Mesías, el prometido del Padre, que reúne al pueblo de Dios y es verdaderamente el “Hijo de Dios”. No basta correr detrás de Jesús para recibir la gracia de la curación de las enfermedades físicas y materiales.
No basta tocar la punta de sus vestidos. Lo más importante es dejarse tocar el corazón por la gracia de Dios. Es fundamental una conversión profunda y sincera que nos lleve a aceptar su persona y su doctrina: Es necesario tener fe para ser curado. ¡No basta decir que se cree porque ha sido curado!
Es necesario “tocar” a Jesús. Dice el papa Francisco en la encíclica Lumen Fidei: “La Luz de la fe en Jesús ilumina el camino de aquellos que buscan a Dios. […] Dios es luminoso y puede ser encontrado por aquellos que lo buscan con sinceridad de corazón” (Lumen Fidei, n. 35). Jesús pone su poder sobre todo al servicio del perdón de los pecados y de la conversión del corazón: “Ve, tu fe te ha salvado!”.
La Palabra meditada no invita a pedir que el amor de Dios toque nuestros corazones y nos haga cada vez más santos, que nos libre de todo aquello que nos impide creer en Jesús y amarlo, especialmente en nuestros hermanos que sufren. Hagamos pues realidad esta súplica con el testimonio de nuestras vidas.
