EVANGELIO DEL DÍA MARTES 1 DE MARZO DEL 2016

Mateo 18, 21-35:”En aquel tiempo Pedro se acercó a Jesús con esta pregunta: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No te digo siete, sino setenta y siete veces.»   «Aprendan algo sobre el Reino de los Cielos. Un rey había decidido arreglar cuentas con sus empleados, y para empezar, le trajeron a uno que le debía diez mil monedas de oro. Como el hombre no tenía con qué pagar, el rey ordenó que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todo cuanto poseía, para así recobrar algo. El empleado, pues, se arrojó a los pies del rey, suplicándole: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.» El rey se compadeció y lo dejó libre; más todavía, le perdonó la deuda. Pero apenas salió el empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, gritándole: «Págame lo que me debes.» El compañero se echó a sus pies y le rogaba: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.» Pero el otro no aceptó, sino que lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda.  Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contárselo todo a su señor. Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: «Siervo miserable, yo te perdoné toda la deuda cuando me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?» Y hasta tal punto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos, hasta que pagara toda la deuda. Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano”.

 

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo

 

Habiendo presentado las orientaciones de Jesús sobre la corrección fraterna, el evangelio de Mateo, en el capítulo 18, versículos del 21 al 35, a través de un diálogo entre Pedro y Jesús, con la narración de una parábola, profundiza, el tema del perdón.

Estando en Cafarnaúm, ya había tomado la decisión de dirigirse a Jerusalén, Pedro le pregunta a Jesús: “¿Señor, cuántas veces tengo que perdonar, si mi hermano peca contra mí? ¿Hasta setenta veces?”. Jesús, con un lenguaje numérico simbólico, responde: “No te digo setenta veces sino, hasta setenta veces, siete”. Y entonces Jesús le cuenta una parábola, en la cual un rey, va a ajustar las cuentas con sus siervos, y por misericordia perdona a uno de sus siervos que le debía mucho dinero.

Mientras otro siervo no perdonó a su compañero que le debía mucho menos de lo que él, debía al rey, y esto indigno tanto al rey, que lo mandó a llamar  y le dijo: “Siervo malvado, tu deuda que era tanta te la perdoné, porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti?”.

Jesús nunca hizo referencia a los pecados contra la Ley, que debían ser perdonados mediante ofrendas y sacrificios en el Templo. Para Jesús lo fundamental son los pecados en las relaciones interpersonales.

Ahora prevalece el amor, que se manifestó por la misericordia y compasión, a ejemplo del mismo Dios que nos ama y perdona. La fuente de misericordia es el perdón de Dios, concedido a quien a Él, acuda.

Aquellos que han sido liberados por este perdón, deben comunicarlo a otros, con un corazón generoso y agradecido. Aquellos que han recibido el perdón no pueden negar su perdón a los demás. Quien toma consciencia de que recibe el perdón de Dios, debe perdonar sin límites.

Sí quien se juzga justo es quien mide hasta donde perdonar y se dispone a condenar al otro, entonces el perdón dejado por Jesús no le sirve para la reconciliación verdadera, se requiere una práctica de perdón que consolide la comunidad convirtiéndola en un espacio de alegría y paz.

Un corazón misericordioso y lleno de compasión crea lazos de unidad en la comunidad y permanece en comunión con Dios, renovando realmente y desde dentro al mundo.Por eso acudamos con humildad a Dios nuestro Creador, para poder sentir la gracia de ser perdonados y al relacionarnos con nuestros hermanos podamos practicar con nuestras acciones diarias el perdón, y así nuestros corazones se sientan, en comunión con Jesús y con el Padre, y bendecido con la gracia del Espíritu Santo.Amen.