Marco 2, 23-28: “Un sábado Jesús pasaba por unos sembrados con sus discípulos. Mientras caminaban, los discípulos empezaron a desgranar espigas en sus manos. Los fariseos dijeron a Jesús: «Mira lo que están haciendo; esto está prohibido en día sábado.» Él les dijo: « ¿Nunca han leído ustedes lo que hizo David cuando sintió necesidad y hambre, y también su gente? Entró en la Casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes; y les dio también a los que estaban con él.» Y Jesús concluyó: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Sepan, pues, que el Hijo del Hombre, también es dueño del sábado.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En los Evangelios se destacan dos aspectos importantes de la práctica de Jesús: su dedicación preferencial por los pobres y excluidos, y su cuestionamiento a la religión opresora sobre los fieles devotos, tal como se practica en las sinagogas y en el templo de Jerusalén.
El Evangelio de hoy Marcos, capítulo 2, versículos 23-28, hace hincapié en la libertad del actuar de Jesús ante la ley que quitaba la vida. Un sábado, los discípulos de Jesús atravesaban un sembrado de trigo, e iban arrancando las espigas para comer. Los fariseos, al verlos dijeron: ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?
En respuesta, Jesús les pregunta, evocando una tradición de ellos sobre David. David huyendo de Saúl tuvo hambre, tomó el pan consagrado del santuario, que sólo a los sacerdotes se les permitía comer, y se los comió, junto con sus compañeros. Jesús concluye: «El sábado fue hecho para el hombre, no el hombre para el sábado.»
Jesús con libertad, coloca la primacía del hombre y la mujer en sus necesidades y la dignidad de estos está por encima de la ley que oprime la vida. El camino que Jesús y sus discípulos abren es el camino de la práctica de la libertad en relación a las restricciones legales religiosas e inhumanas que oprimen la vida de las personas.
Arrancar las espigas en el día de reposo era una de las 39 actividades de observancia que estaban prohibidos a realizar el sábado. El Pueblo trabajador, por necesidad, frecuentemente infringían estas observancias, pasando así a ser considerado impuro y pecador a los ojos de la ley. Era impuesta así una carga de culpas y pecados, que debían recurrir al templo con ofrendas para su purificación. Por otro lado, la casta sacerdotal privilegiada era considerada santa por su celo religioso, permanecido exentas de estas censuras.
La Ley, con sus observancias, no tenía el sentido de favorecer la vida, sino que era un instrumento de humillación y dominación del pueblo. Por eso hemos de tener en cuenta que las leyes de la organización social y religiosa son válidas solo si se elaboran con el fin de promover la vida. Ya que el amor se opone a la opresión, porque respetando la libertad, genera vida, alegría y paz.
Pidámosle a Dios que viviendo la libertad en el servicio a la vida, encontremos la felicidad y la paz en comunión con Jesús. Amen.