Marcos 9, 30-37: “En aquel tiempo Jesús le explicaba a sus discípulos: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo harán morir, pero tres días después de su muerte resucitará.» De todos modos los discípulos no entendían lo que les hablaba, y tenían miedo de preguntarle qué quería decir. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, Jesús les preguntó: « ¿De qué venían discutiendo por el camino?» Ellos se quedaron callados, pues habían discutido entre sí sobre quién era el más importante de todos. Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.» Después tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En el Evangelio de hoy, Marcos, capítulo 9, versículos del 30 al 37, se retoma el tema de la incomprensión de los discípulos, haciendo el contraste entre su sed de poder y la práctica del servicio amoroso de Jesús, en la humildad y en la fragilidad.
Atravesando Galilea, Jesús y sus discípulos siguen en dirección a Jerusalén. En la ciudad está el Templo que es la sede del poder religioso del judaísmo. Jesús presente en esta ciudad será objetivo de ataques de los jefes del Templo. Entonces, le advierte a sus discípulos: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y ellos lo matarán. Sin embargo, después de morir, al tercer día, resucitará”.
Los discípulos, no entendían el sentido de las palabras de Jesús y tenían miedo de preguntar. Estaban con la mente cerrada, pensando en la tradicional expectativa del mesías nacionalista, empeñado en la conquista del poder. Y aún más, discuten entre si cuál de ellos sería el primero y quien ocuparía el primer puesto cuando Jesús tome el poder.
La aspiración de ser “el primero” está ligada al deseo de tener privilegios y ser servido. Jesús insiste en mostrar la inversión de los valores del Reino. Jesús llama a los doce y les dice: “Si alguien quiere ser el primero, sea el último de todos, el que sirve a todos!”.
En el Reino prevalece la humildad del último lugar, ocupado, sin competiciones, por todo aquél que desea servir. Inmediatamente, en consecuencia con sus palabras en gestos concretos, Jesús toma a un niño y, abrazándolo, les dice: “El que reciba a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí”. Abandonando el deseo de ser el mayor, el discípulo de Jesús se empeña en ser amoroso, comunicando vida y alegría a los hermanos. Lo que importa es la fidelidad al proyecto liberador y vivificante de Dios, en la simplicidad y en la disponibilidad, como los niños que buscan el amor y la vida.
En el abandono y dedicados al servicio, estamos llamados a acoger los pequeños empobrecidos, despojados, inseguros, y excluidos. Este es el terreno fecundo para el resurgir de la vida que permanece para siempre.
En la humildad y en servicio a los más necesitados, entramos en comunión con Dios, en Jesús. Pidamos a Dios todopoderoso para que nuestras vidas sean de entrega total, en el servicio a Jesús, presente en los más pobres y en los marginados, reconociéndoles su dignidad y su derecho a la vida. Amen.