EVANGELIO DEL DÍA MARTES 19 DE ABRIL DEL 2016

JUAN 10, 22-30: “Era invierno y en Jerusalén se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo. Jesús se paseaba en el Templo, por el pórtico de Salomón, cuando los judíos lo rodearon y le dijeron: « ¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente.» Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago en el nombre de mi Padre manifiestan quién soy yo, pero ustedes no creen porque no son ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano. Aquello que el Padre me ha dado es más fuerte que todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

El texto de hoy es de Juan, capítulo 10, versículos del 22 al 30, de nuevo la controversia entre Jesús-Mesías y la fe. Es invierno, fiesta de la Dedicación del templo en Jerusalén. Jesús anda por el Templo, paseando por el pórtico de Salomón. Los judíos lo rodean y quieren que Él, les diga si es o no el Mesías.

Este es prácticamente el inicio del último gran debate entre Jesús y las autoridades judías. El tema de la discusión, la identidad de Jesús, su mesianismo y su filiación divina: “Si es el Mesías, dínoslo abiertamente”. Jesús los conoce y sabe que lo están provocando. Ellos no son ovejas de su rebaño y no quiere creer en Él.

Por eso Jesús les responde: “Ya se los he dicho y no me creen. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí además; mis ovejas conocen mi voz y me siguen y yo les doy vida eterna y jamás perecerán; mi Padre es mayor que todos y ninguno puede recibir nada de mi Padre, sin venir a mí, ya que  Yo y el Padre somos uno”.

Jesús evita darles una respuesta directa, como ya había hecho con los discípulos de Juan (cf.  Mt 11,2-5), a quienes les muestra el contenido de su misión, que es dar vida eterna, proteger y actuar en nombre del Padre. Sus obras son la garantía de su misión, son el poder de Dios, puesto al servicio de los más  necesitados.

Las afirmaciones de Jesús son escuchadas por las autoridades judías como una blasfemia que debe ser castigada con el  apedreamiento. Ellos agarran piedras para apedrear a Jesús, entonces Jesús dice: “Muchas obras buenas hice, ¿por cuáles de ellas me quieren apedrear?”.

Los judíos no entienden, porque no desean aceptar a Jesús. Por eso Jesús les muestra que el problema no es que les clarifique, sino la falta de fe de ellos. Y la fe no es el resultado de la ciencia. Para entender a Jesús es necesario pertenecer a su rebaño y oír su voz.

Enseña el Catecismo: “Por la fe el hombre libremente se entrega todo a Dios. La fe viva actúa por la caridad. El don de la fe permanece en aquellos que no pecan contra ella, pero una  fe ‘sin obras’: privada de la esperanza y del amor, está muerta. La fe nos une plenamente a Cristo” (cf.  CIC # 184-185).

Que nuestras obras y nuestra misericordia testimonien nuestra fe y no solamente las palabras. Que Dios nos conceda su gracia, y que la fuerza del Espíritu Santo nos mueva a trabajar eficazmente en la construcción del Reino de Dios: Reino de Amor y de Verdad, Reino de Justicia y de Paz. Amen.