Juan 14, 27-31: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a San Cristóbal Magallanes, quien fue un sacerdote y mártir mexicano, durante la Guerra Cristera de 1927.Nació enTotatiche, Jalisco, 30 de julio de 1869 y murió el 25 de mayo de 1927.El Padre Cristóbal antes de ser fusilado dijo: «soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos».Fue beatificado en 22 de noviembre de 1992 y canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Juan capítulo 14, verso27al verso31,en el quese nos muestra a JESÚS dejando a los discípulos su mayor presente: “Yo os dejo la paz, yo os doy mi paz. No como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se atemorice. Me voy, pero volveré a vosotros”. Y es que, la paz que Jesucristo nos ofrece es diferente a la paz que el mundo nos da. Ya que, la paz que el mundo da, está basada en la fuerza y en el poder. Y en cambio la Paz de Cristo se fundamenta en la fuerza de la fe, la esperanza y el amor, que es el servicio.
La paz que JESÚS nos deja como herencia es una paz auténtica, que nos da fuerza y coraje para enfrentarnos con serenidad, a las dificultades y provocaciones. Quien tiene la paz interior no se deja abatir por las cosas de este mundo. Ya en el Antiguo Testamento la paz tenía un significado más profundo que aquel que le atribuimos. Significaba la plenitud de vida y de salvación, la perfección y la alegría. En la Historia de la Salvación la PAZ viene a significar la realización de las esperanzas mesiánicas y la conquista de la comunión definitiva entre Dios y la humanidad.
El papa Francisco en la Exhortación Apostólica Alegría del Evangelio, dice: “La paz se construye, día a día, en la búsqueda de un orden querido por Dios, que trae consigo una justicia más perfecta entre los hombres. “Una paz que no surja como fruto de un desarrollo integral de todos, no tendrá futuro y será siempre semilla de nuevos conflictos” (EG n. 219). Y el documento de Aparecida expresa: “En el evangelio aprendemos la lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre y anunciando el Evangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin dinero, y sin poner nuestra confianza en el poder de este mundo” (DA, n. 31).
Al confrontarnos con el texto y recordar algunos momentos en que DIOS, nos invita a experimenta su PAZ, así tenemos que, fue con un saludo de paz que los ángeles celebraron el nacimiento del hijo de Dios en la gruta de Belén: “¡Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!”. Y con un doble saludo de paz que Cristo Resucitado se manifestó a los suyos en la alegría de la Pascua: “La paz este con vosotros, Como el Padre me envió, así también los envió Yo”.
Por eso es que hoy es el día para decirle no al temor, venga de donde venga; y decirle Sí a la PAZ de JESÚS.Confiemos en quien nos da y deja su paz, no como la da el mundo. Confiemos en quien nos invita a la valentía y a la firmeza, estando a nuestro lado para que no tiemble nuestro corazón. Confiemos en quien ama al Padre y se sabe amado por el Padre, en una comunión que orienta y da la victoria a nuestra misión, de ser transformadores del mundo.
Y que, nuestro “abrazo de paz” no sea un mero cumplimiento, sino un compromiso en la construcción de un mundo humano y fraterno. Y que el DIOS del AMOR y la Misericordia ensanche nuestros corazones con su paz y nos haga sus mensajeros, y así la paz verdadera, la paz traída y dejada por Cristo, pueda reinar en nuestro mundo, y de modo especial en cada una de nuestras familias.
Señor JESÚS, te pedimos encarecidamente que concedas la paz a nuestros corazones, que está turbados por el pecado y por la incertidumbre, para que seamos testigos y constructores de Tu paz en el mundo. Amén.