EVANGELIO DEL DÍA MARTES 22 DE NOVIEMBRE DEL 2016
Lucas 21,5-11: “En aquel tiempo, como algunos estaban hablando del Templo, con sus hermosas piedras y los adornos que le habían sido regalados, Jesús les dijo: «Mírenlo bien, porque llegarán días en que todo eso será arrasado y no quedará piedra sobre piedra.» Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso, y qué señales habrá antes de que ocurran esas cosas?» Jesús contestó: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca. No los sigan. No se asusten si oyen hablar de guerras y disturbios, porque estas cosas tienen que ocurrir primero, pero el fin no llegará tan de inmediato.» Entonces Jesús les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en diversos lugares. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el cielo”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Estamos en la última semana del año litúrgico, correspondiente al domingo de Cristo Rey, recientemente celebrada. Por lo tanto, estamos concluyendo también la lectura ferial progresiva del Evangelio de Lucas, con el discurso escatológico de Jesús en la final de los tiempos.
Hoy en Lucas, capítulo 21, versículos 5-11, tenemos la primera parte de este discurso escatológico, que introduce el discurso de Jesús sobre la destrucción del templo de Jerusalén. Estando Jesús delante del templo, algunas personas comenzaron a admirar su grandeza y belleza. Entonces Jesús les dice: «Usted están contemplando estas cosas… llegaran días en que no quedará piedra sobre piedra todo será demolido.»
Le preguntaron a Jesús, cuando va a ser esto. Jesús les dijo: «Tenga cuidado de no ser engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy», No los sigan. Cuando oigan noticias de guerras y revoluciones, no tenga miedo, porque tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida. Se alzará pueblo contra pueblo, y reino contra reino y habrá grandes signos en el cielo»
Este modo de hablar de Jesús se coloca después de las denuncias que venía haciendo sobre la ciudad de Jerusalén y su templo, como centro de la opresión de los pobres, explotados y oprimidos. De hecho, casi cuarenta años después, el ejército romano bajo el mando de Tito, invadió Jerusalén y destruyó la ciudad y el templo.
Estas palabras de Jesús sobre la destrucción del templo y el final de los tiempos, motivó después de la muerte de Jesús entre las primeras comunidades de discípulos, la expectativa de su regreso inminente, es decir, la Parusía. Con el paso del tiempo, la expectativa de la parusía fue desapareciendo, dando paso a la conciencia de la presencia real de Jesús en la comunidad de los discípulos quienes, separándose del viejo mundo del poder y la riqueza, luchan por un nuevo mundo posible, de fraternidad, justicia y paz. Los pobres y humildes perciben la presencia de Jesús entre ellos, y contemplando a Jesús, siguen su camino, irradiando el amor que hace nuevas todas las cosas.
Quien ama a Jesús y sigue sus mandamientos se convierte en morada de Dios, ya que en Jesús tenemos la revelación de que pasa todo, y que el amor permanece para siempre. Pidamos encarecidamente al Espíritu Santo para que siempre permanezcamos unidos al amor del Dios Trino y Uno, podamos recocernos todos como hermanos, sin distingo de raza, o condición social. Amen.