
Lucas 13, 18-21: “En aquel tiempo, Jesús continuó diciendo: « ¿A qué puedo comparar el Reino de Dios? ¿Con qué ejemplo podría ilustrarlo? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su jardín. Creció y se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se refugiaron en sus ramas.» Y dijo otra vez: « ¿Con qué ejemplo podría ilustrar el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina hasta que fermentó toda la masa.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Continuando con el Evangelio de ayer, hoy nos corresponde reflexionar el capítulo 13 de Lucas, versículos 18-21, estando en el tiempo ordinario, la Liturgia nos coloca este texto como motivación para llevarnos por el camino de hacernos misioneros de Paz. Jesús dijo: «¿A qué se parece el Reino de los cielos y con qué lo compararé? El Reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su jardín, crece como un arbusto grande y los pájaros vienen a anidar en sus ramas».
El texto también nos trae otra comparación, prácticamente con el mismo significado: «El Reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer toma y mezcla en tres medidas de harina, y fermenta toda la masa.»
La semilla de mostaza y la levadura nos traen una rica lección: Nuestro Dios es un Dios paciente. Él sabe esperar. Por lo tanto el crecimiento y desarrollo de su Reino no tiene la rapidez del mundo moderno (que favorece la cantidad y la eficiencia. ¡El Reino de Dios es lento pero eficaz! El Reino de Dios también se caracteriza por ser humilde, escondido y silencioso incluso cuando la semilla que actúa oculta en el suelo o como la levadura mezclada en la harina que crece haciendo crecer toda la masa. Dios no planta árboles grandes. Dios planta semillas.
Llenos del Espíritu de Caridad, con el conocimiento profundo de la Palabra del Evangelio no escatimemos esfuerzos para servir a los pobres, ayudar a los afligidos y aliviar su sufrimiento. Que nuestra alma pertenezca a Dios, y nuestras manos y pies al bien de los hermanos.
Pidamos pues, que la comunión de la santidad de la Iglesia universal nos ayude a sembrar paz bajo la mirada maternal de María, Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles. Y que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre, el amor de Jesús, nuestro hermano y el poder del Espíritu Santo estén con nosotros para que con alegría podamos ser testigos de la Paz y la Caridad. Amen.
