Mateo 13, 16-17: “En aquel tiempo, Jesús les dijo: ¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los oídos de ustedes, que oyen! [17] Yo se lo digo: muchos profetas y muchas personas santas ansiaron ver lo que ustedes están viendo, y no lo vieron; desearon oír lo que ustedes están oyendo, y no lo oyeron”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Hoy en la liturgia diaria, tenemos la memoria de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la virgen María. En el Nuevo Testamento no existe ninguna referencia a ellos, que serían los abuelos de Jesús. Las tradiciones sobre ellos provienen del Proto-evangelio de Santiago, escrito en el siglo tercero, y que tendrá más repercusión inicialmente en las iglesias orientales y luego en la nuestra.
El evangelio del día está tomado de Mateo, en el capítulo 13, versículos 16 y 17: “Bienaventurados vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! En verdad os digo, muchos profetas y justos desearon ver lo que estáis viendo, y no lo vieron, y oír lo que estáis oyendo, y no lo oyeron.”
Mateo inserta esta bienaventuranza después de la explicación de la parábola del sembrador, cuando Jesús hace la contraposición entre los discípulos que lo ven, lo oyen, y lo siguen, y aquellos que, como los fariseos empedernidos, son insensibles y rechazan a Jesús y sus palabras.
La palabra “bienaventurado” se origina de un término griego, el cual, en algunas ediciones, es traducido como “felices”. Mateo reúne 8 bienaventuranzas, al inicio del Sermón de la Montaña. Otras muchas bienaventuranzas están esparcidas a lo largo de los evangelios.
La bienaventuranza no es la promesa de una recompensa futura por una buena acción. La bienaventuranza es la confirmación de un estado de felicidad en el que se vive, y en la comunión con Dios, fieles en el cumplimiento de su voluntad.
En el tiempo de la Encarnación los discípulos gozaron de la bienaventuranza de ver y oír a Jesús. Pero, de acuerdo con el evangelio de Juan, Jesús resucitado, dirigiéndose a Tomás, le dice: “Crees porque me viste? Bienaventurados los que crean sin haber visto!”
Esta bienaventuranza de Juan complementa a la del evangelio de hoy. Así, terminado el ministerio de Jesús en la historia, a lo largo de los tiempos serán bienaventurados todos aquellos que no ven pero creen en la presencia de Jesús entre ellos.
Reconociendo la presencia de Jesús, vivo, en el prójimo, particularmente en los más necesitados, y acogiéndolo con amor, gozaremos la bienaventuranza de la comunión de vida con Dios.Pidamos a Dios, para que iluminados por la fe, sepamos reconocer la revelación de Dios en Jesús, con sus acciones amorosas y misericordiosas, acogiendo a todos, sin excluir a nadie. Amen.