EVANGELIO DEL DÍA MARTES 27 DE FEBRERO DEL 2018

 

Mateo 23, 1-12: “En aquel tiempo Jesús habló tanto para el pueblo como para sus discípulos: «Los maestros de la Ley y los fariseos han ocupado el puesto que dejó Moisés. Hagan y cumplan todo lo que ellos dicen, pero no los imiten, porque ellos enseñan y no practican. Preparan pesadas cargas, muy difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas. Todo lo hacen para ser vistos por los hombres. Miren esas largas citas de la Ley que llevan en la frente, y los largos flecos de su manto. Les gusta ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos reservados en las sinagogas. Les agrada que los saluden en las plazas y que la gente los llame Maestro. Lo que es ustedes, no se dejen llamar Maestro, porque no tienen más que un Maestro, y todos ustedes son hermanos. No llamen Padre a nadie en la tierra, porque ustedes tienen un solo Padre, el que está en el Cielo. Tampoco se dejen ustedes llamar Guía, porque ustedes no tienen más Guía que Cristo. El más grande entre ustedes se hará el servidor de todos. Porque el que se pone por encima, será humillado, y el que se rebaja, será puesto en alto”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a San Gabriel de la Dolorosa, Nació en Asís (Italia) en 1838. Su nombre de pila era Francisco Possenti. Murió el 27 de febrero de 1862, después de recibir los santos sacramentos y de haber pedido perdón a todos por cualquier mal ejemplo que les hubiera podido dar, cruzó sus manos sobre el pecho y quedó como si estuviera plácidamente dormido.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio Según San Mateo capítulo 23, versos del 1 al 12, en el que Mateo pone palabras y parábolas de Jesús que esclarecen la actitud que deberán adoptar sus discípulos frente a los nuevos tiempos que se avecinan para ellos.

 

El Evangelio dice en forma muy precisa: «se sentaron en la cátedra de Moisés». Esta fórmula es algo irónica, pues da a entender que en el pueblo de Dios los ambiciosos se han tomado los puestos, y Dios lo tolera hasta cierto punto. Mateo, pues, nos invita a mantener la igualdad fundamental de los creyentes; la comunidad es la que goza de la presencia del Espíritu Santo, y los «doctores» no tendrían autoridad si no estuvieran profundamente arraigados en esta vivencia fraternal.

Sin lugar a dudas que este es uno de los pasajes más duro y polémicos de los evangelios. JESÚS se enfrenta con el modo de proceder de los guías religiosos, personificados en los fariseos y los escribas, pero que puede tener continuidad en todos los tiempos. Rebate su protagonismo hecho de apariencia y de exigencias a los demás, sin dignarse a “mover un dedo” para ayudar a la pobre gente a soportar las cargas que les imponen. Estos autodenominados maestros se buscan a sí mismo, quieren siempre estar en primer plano, ocupar los primeros puestos de las reuniones y que constantemente le rindan pleitesías.

Y es que la tendencia preponderante de los seres humanos es la de buscar el poder y el tener a toda costa, y para ello se colocan las instituciones, las normas, las estructuras de poder y las tradiciones por encima de las personas, y ese modo de proceder pasa en mayor o en menor grado en los grupos políticos, económicos, sociales y también en nuestros grupos de apostolados, por lo que podemos decir que todos tenemos algo de letrados y de fariseos en nuestro proceder cotidiano.

La invitación que nos hace este Evangelio meditado es la de que volvamos nuestras vistas al Señor, escuchemos sus enseñanzas de vida, para poder tener coherencia entre lo que pregonamos y lo que hacemos, y en la que deben de estar presente unas auténticas actitudes de humildad y de servicio desinteresado hacia todos nuestros semejantes especialmente a los más necesitados.

Líbranos Señor, de la perenne intención de querer ser más importantes que útiles, Aleja de nosotros la tentación de crear dioses a nuestra medida para complacer nuestros caprichos. Y danos la fortaleza necesaria para erradicar de nuestros entornos todo culto a la personalidad. Amen.