EVANGELIO DEL DÍA MARTES 3 DE ENERO DEL 2017

 

    Juan 1, 29-34: “En aquel tiempo, Juan vio a Jesús que venía a su encuentro, y exclamó: «Ahí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo. De él yo hablaba al decir: Detrás de mí viene un hombre que ya está delante de mí, porque era antes que yo. Yo no lo conocía, pero mi bautismo con agua y mi venida misma eran para él, para que se diera a conocer a Israel.» Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu bajar del cielo como una paloma y quedarse sobre él. Yo no lo conocía, pero Aquel que me envió a bautizar con agua, me dijo también: Verás al Espíritu bajar sobre aquél que ha de bautizar con el Espíritu Santo, y se quedará en él. Sí, yo lo he visto; y declaro que éste es el Elegido de Dios.»

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

El Evangelio de Juan, capítulo 1, versículos 29 a 34, nos narra a Juan Bautista que presenta a Jesús a sus discípulos. Jesús viene de su ciudad, Nazaret, en Galilea para adherirse al movimiento iniciado por Juan el Bautista. Es a partir de este encuentro con el Bautista cuando Jesús recibe el bautismo y decide empezar su ministerio itinerante.

El bautismo de Juan tenía características originales y un sentido profundo, por lo que Juan llegó a ser conocido como «el Bautista». La inmersión en el agua del bautismo, de Juan, se hacía una vez y estaba destinado a señalar un cambio de la vida, a la práctica de la justicia que fortalece la vida.

Jesús asume el anuncio de Juan el Bautista y le da un sentido nuevo de actualidad y eternidad, identificándolo con el proyecto de Dios de dar vida plena y eterna a la humanidad. Cuando Juan Bautista ve a Jesús que se acerca, dice: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.» Jesús es asociado con el cordero sacrificado por los sacerdotes del templo, como ritual de purificación de la antigua ley. Cuando Jesús vive el amor misericordioso que elimina y perdona los pecados, suscita la ira de los sacerdotes, y termina siendo sacrificado por ellos. Juan Bautista declara que vio al Espíritu que bajaba del cielo para permanecer sobre Jesús.

La liberación de los pecados, no se da por la práctica de sacrificios en el culto, y si por la práctica del amor y de la justicia, para que todos tengamos vida. La presencia de Jesús, el Hijo de Dios entre nosotros, renueva nuestra vida y nos impulsa a construir el mundo nuevo de justicia y paz.

Jesús nos llama a ser testimonio del mundo nuevo del amor y del compartir, donde todos tenemos vida plena. Que el Dios de la justicia y la vida sea acogido en nuestro corazón, encontrando alegría y paz en el cumplimiento de su voluntad. Amen.