Mateo 13,36-43: “En aquel tiempo, Jesús despidió a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de las malas hierbas sembradas en el campo.» Jesús les dijo: «El que siembra la semilla buena es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo. La buena semilla es la gente del Reino. La maleza es la gente del Maligno. El enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Vean cómo se recoge la maleza y se quema: así sucederá al fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles; éstos recogerán de su Reino todos los escándalos y también los que obraban el mal, y los arrojarán en el horno ardiente. Allí no habrá más que llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que entienda”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia Universal celebra hoy entre otros santos la fiesta en honor a San Pedro Crisólogo, que significa ‘palabra de oro’, sacerdote italiano, arzobispo de Rávena, santo, Padre de la Iglesia y proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Benedicto XIII en 1729. Nació en la ciudad de Imola, en la Emilia, en el año 380 y murió el 30 de julio del año 451.
Por su parte la liturgia diaria nos invita a meditar el Evangelio de Jesucristo según San Mateo capítulo 13, verso 31 al 35. En el que se narra otra enseñanza que JESÚS, hace a sus interlocutores y en la que, utilizando el recurso literario de la parábola, hace una comparación, del Reino de los Cielos, con la semilla del árbol de mostaza.
Hablaré en parábolas, estas son las primeras palabras del salmo 78, modificadas y adaptadas por el evangelista Mateo en la que quiere decirnos que JESÚS, al enseñarnos los secretos del Reino de Dios, contesta los interrogantes más esenciales de la humanidad. Ya que desde los comienzos de la civilización el hombre está abocado a problemas y desafíos que no puede solucionar o superar con los recursos de su propia sabiduría, y JESÚS nos da la clave, para resolver esas contradicciones. Con ejemplos de la vida diaria, se nos da otra parte de la verdad, ya que JESÚS habla con parábolas porque éste es el medio más apto para dar una enseñanza que perdure a lo largo de la historia.
Teniendo claro que la ciencia conoce todos o casi todos los elementos de nuestro mundo. Pero todavía nos queda por descubrir quiénes somos. Las respuestas de JESÚS no se presentan como una teoría y por eso desconciertan a los pequeños intelectuales acostumbrados al lenguaje de los libros. Pero nos ofrecen algo mucho más rico a través de esas figuras o enigmas que exigen de nosotros una comprensión más activa y a las cuales debemos volver a repasar nuestras experiencias vividas en el desarrollo de nuestra vida. Cada uno deberá profundizarlas a lo largo de su vida y a lo largo de la historia. Sólo con el tiempo llegaremos a descubrir todo su sentido.
Al confrontarnos con el texto, vemos que, la parábola del grano de mostaza insiste en el contraste que se da entre la pequeñez inicial de la semilla y la grandeza que finalmente alcanza el árbol. JESÚS nos invita a contemplar con asombro el sorprendente y grandioso final de la acción de Dios, subrayando el valor decisivo del momento presente por insignificante que parezca.
También es importante destacar que, el campo es el mundo. Por eso es que, esta parábola no se refiere a lo que pasa en cada uno de nosotros, o dentro de la Iglesia, como ocurre con la red (13,47). Más bien nos invita a mirar cómo el Reino de Dios va madurando a través de toda la historia humana: Historia Sagrada, que no es solamente la historia antigua del país de JESÚS, sino toda la historia humana de la que Cristo es el Señor. Por lo que hay que confiar en el poder de la acción amorosa de DIOS, que se va imponiendo sobre la negatividad del mundo.
Señor JESÚS, Tu que enseñaste a tus Apóstoles a esperar y confiar en la llegada y el triunfo del Reino de Dios, en medio de la humanidad, aumenta nuestra fe y nuestra esperanza, con la fuerza de Tu Espíritu y poder nosotros junto a todos los que nos rodean saborear, aunque sea una pizca de Tu Santidad. Amén.