
Marcos 12, 13-17: “En aquel tiempo, los sumos sacerdote querían pillar a Jesús en algo que dijera. Con ese fin le enviaron algunos fariseos junto con partidarios de Herodes. Y dijeron a Jesús: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te inquietas por los que te escuchan, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios. Dinos, ¿es contrario a la Ley pagar el impuesto al César? ¿Tenemos que pagarlo o no?» Pero Jesús vio su hipocresía y les dijo: « ¿Por qué me ponen trampas? Tráiganme una moneda, que yo la vea.» Le mostraron un denario, y Jesús les preguntó: « ¿De quién es esta cara y lo que está escrito?» Ellos le respondieron: «Del César.» Entonces Jesús les dijo: «Devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios.» Jesús, pues, los dejó muy sorprendidos”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a San Marcelino Champanag, quien vivió entre los años 1789-1840. Santo francés, fundador de los Hermanos Maristas, cuyo lema es: “para educar hay que amar”.
El Evangelio de hoy está tomado de Marcos capítulo 12, versos 13 al 17. El texto relata la trampa que los maestros de la ley pretendían tenderle con el tema de los impuestos. Se presentan juntos fariseos y partidarios de Herodes, que en política son enemigos. Los fariseos rechazan la dominación romana; los partidarios de Herodes, al contrario, la aceptan.
Si Jesús dice que hay que pagar, los fariseos lo desprestigiarán ante el pueblo. Si afirma que no, los partidarios de Herodes lo harán detener por los romanos. Jesús no condena el imperialismo romano, pero tampoco lo justifica. ¿Será porque los problemas de paz y justicia entre los pueblos no son cosas bastante «espirituales» y no le interesan? En realidad Jesús no mira los problemas políticos como los miramos nosotros. Son problemas importantes, por supuesto, y la Historia Sagrada nos enseña que Dios quiere libertad para cada uno y que las naciones tengan la posibilidad de desarrollar su cultura y su vida nacional. Y esto justifica ampliamente el compromiso político de los cristianos.
Pero Jesús sabe también que la liberación verdadera se juega más allá de las fronteras de las rivalidades partidarias. Vivió en un momento en que sus compatriotas estaban sumamente politizados, divididos en facciones irreconciliables, que iban a ser una de las causas de la rebeldía y de los desastres de los años 66-71. La respuesta de Jesús invita a sus adversarios a que coloquen la política en su verdadero lugar y no confundan la fe con el fanatismo religioso. Pagar el impuesto al César, gobernante extranjero y pagano, era para los fariseos como renegar de Dios, verdadero Señor de Israel. Y debido a que identificaban los objetivos del partido nacional judío con la causa de Dios, debían aplastar a los partidos opuestos para servir a Dios.
En vista de que la fe exige de nosotros una obediencia total, las personas que hoy todavía confunden la fe con una militancia política llegan poco a poco a justificar todo lo que hace su partido, incluso la mentira y los crímenes. El César de Roma no era Dios, aunque pretendía serlo. Había logrado imponer su autoridad y el uso de la moneda romana; mas no por eso podía exigir la obediencia de la conciencia, que se debe sólo a Dios. Pero tampoco era «el enemigo de Dios», como lo creían los fariseos, y no era necesario negarle el impuesto y la sumisión para adelantar el Reino de Dios.
Pidámosle encarecidamente a Dios Trino y Uno la gracia para poder disfrutar de sus orientaciones, y que en medio de todas estas calamidades por la que está atravesando nuestra sociedad venezolana, podamos encontrar sosiego y rumbo para el reencuentro ciudadano. Amen.
