EVANGELIO DEL DÍA MARTES 8 DE MAYO DEL 2018

 

Juan 16,5-11: “En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Pero ahora me voy donde Aquel que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta adónde voy. Se han llenado de tristeza al oír lo que les dije, pero es verdad lo que les digo: les conviene que yo me vaya, porque mientras yo no me vaya, el Protector no vendrá a ustedes. Yo me voy, y es para enviárselo. Cuando venga él, rebatirá al mundo en lo que toca al pecado, al camino de justicia y al juicio. ¿Qué pecado? Que no creyeron en mí. ¿Qué camino de justicia? Mi partida hacia el Padre mientras ustedes ya no me vean. ¿Qué juicio? El del gobernador de este mundo: ya ha sido condenado”

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a nuestra querida Madre María, bajo la Advocación de Nuestra Señora de Luján. Patrona de la República Argentina. Cuenta la tradición que en 1630 la imagen de la Virgen, proveniente de Paracaiba (Brasil) era llevada desde Buenos Aires hacia Sumampa, Santiago del Estero. A orillas del Río Luján la carreta se detuvo inexplicablemente. Por ello se dice que ella eligió el sitio de emplazamiento de su iglesia Transcurridos los tiempos coloniales, un 8 de mayo de 1887 con la asistencia de altos dignatarios de la Iglesia Romana y del Cabildo Eclesiástico Metropolitano, fue coronada Nuestra Señora de Luján por el Papa León XIII, deviniendo así en una virgen muy querida para toda la feligresía argentina.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 16, versos del 5 al 11, en el que se relata las palabras de despedida de JESÚS, dadas a sus discípulos, en el que de manera enigmática trata de darles consuelo ante la inmanencia de su partida que Él mismo les ha anunciado.

JESÚS, es consciente de la cercanía de su partida física, y de las consecuencia que ese hecho histórico traerá, pero también está convencido de la necesidad de vivir esa Pascua, que no será un hecho en vano ya que fructificará en una nueva forma de presencia suya junto a sus discípulos. Lo importante, no es verlo físicamente, sino perseverar en sus caminos. Los discípulos no lo comprenden porque todavía no son guiados por su Espíritu, por eso se lamentarán, llorarán y estarán tristes por su partida, pero cuando el Espíritu se les revele como el viviente entonces se alegrarán y su tristeza se convertirá en gozo.

Y es que para llegar a una fe plenamente desarrollada, es necesario que se nos quite el consuelo de su presencia durante tiempos más o menos prolongados: “dentro de poco ya no me verán”. Esto se verificó por primera vez para sus discípulos en el momento en que murió; luego lo vieron resucitado. Esto se verificará también al final de los tiempos, cuando descubramos a Cristo glorioso después de haberlo esperado en la fe.

Esto se verifica constantemente también en la vida del creyente. Por eso es necesario que ninguno, pues, se crea demasiado seguro en los momentos en que Cristo deja sentir su presencia, como por ejemplo, después de una conversión, en que todo nos parece fácil, pero cuando vamos al encuentro de la realidad del mundo en el que nos desenvolvemos comienza a tambalear nuestra fe, y es en ese instante donde más necesitamos la presencia del Espíritu Santo y que no despreciemos a nuestros hermanos a los que, aparentemente, el Señor no concede los mismos favores, porque pudiera ocurrir que dentro de poco, tal vez, el Señor nos ponga otra vez en la noche oscura.

Por eso hoy el día para preguntarnos: ¿Estamos seguro de que JESÚS camina a nuestro lado en cada momento de nuestras vidas, por muy difícil que sea la situación? ¿Asumimos con alegría y confianza las consecuencias de vivir con coherencia el camino de JESÚS?

Señor JESÚS, te pedimos incesantemente que aun cuando no te veamos, nos permitas sentir Tu presencia y así poder entender que es necesario que cada uno, asuma decididamente la acción que le corresponda para hacerle frente a las calamidades y las injusticias con las que nos tropezamos a cada instante. Amen.