EVANGELIO DEL DÍA MARTES 9 DE AGOSTO DEL 2016   

            

  Mateo 18, 1- 14: “En aquel tiempo, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?» Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos, y declaró: «En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos.  El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos. Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.  El que hiciera caer a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una gran piedra de moler y que lo hundieran en lo más profundo del mar. ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Tiene que haber escándalos, pero, ¡ay del que causa el escándalo! Si tu mano o tu pie te está haciendo caer, córtatelo y tíralo lejos. Pues es mejor para ti entrar en la vida sin una mano o sin un pie que ser echado al fuego eterno con las dos manos y los dos pies.  Y si tu ojo te está haciendo caer, arráncalo y tíralo lejos. Pues es mejor para ti entrar tuerto en la vida que ser arrojado con los dos ojos al fuego del infierno. Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo. ¿Qué pasará, según ustedes, si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se extravía? ¿No dejará las noventa y nueve en los cerros para ir a buscar la extraviada? Y si logra encontrarla, yo les digo que ésta le dará más alegría que las noventa y nueve que no se extraviaron. Pasa lo mismo donde el Padre de ustedes, el Padre del Cielo: allá no quieren que se pierda ni tan sólo uno de estos pequeñitos”.

 

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

 

La liturgia de hoy nos invita a celebrar la fiesta en honor  a Santa Teresa Benedicta de la Cruz – Edith Stein –  la menor de siete hijos de una familia judía. Nacida en 1891, a los 13 años, abandonó el judaísmo. Bautizada en 1922, se hizo carmelita en 1933. Enviada a los campos de concentración, murió en la cámara de gas el 9 de agosto de 1942. El papa San Juan Pablo II la canonizó en 1998.

Y el evangelio de hoy nos invita a responder una pregunta bien puntual: “Quién es y que significa Jesús Cristo en nuestra vida personal?”. Solamente con la ayuda del Espíritu Santo podremos encontrar una respuesta satisfactoria. El evangelio lo encontramos en San Mateo, capítulo 18, versículos 1 al 14. En este pequeño trozo Jesús da instrucciones prácticas para la comunidad eclesial que estaba iniciando. Son reglas básicas de la convivencia comunitaria y eclesial.

Partiendo de una discusión entre los discípulos, de quién sería el mayor en el Reino de los Cielos, Jesús toma un niño y colocándolo al centro dice: “En verdad les digo, si no cambian y no se hacen como niños, no entraran en el Reino de los Cielos!”.  La simplicidad del niño es condición esencial del discipulado.

Además de ‘ser como los niños’, es importante  también tener una actitud de acogida y solicitud para con todos los “pequeñitos”, incluyendo a los niños, los despreciados por los poderosos, los humildes, los necesitados y los pecadores. En los versículos de 10 al 14 muestra que, a diferencia del pensamiento humano, que busca imponerse, que aspira puestos importantes y desea ‘ser el mayor’, Dios valoriza al que ‘se hace menor’, aquel que se vuelve disponible y se coloca al servicio por amor.

Al narrar el pasaje de la oveja perdida y reencontrada, Mateo nos da la clave para la comprensión de todo el texto. El cristiano debe actuar así porque  ese es el modo de actuar de Jesús: “El Hijo del hombre vino a salvar a quien estaba perdido”. Esta es la voluntad del Padre celestial a quien no solo queremos obedecer, sino también imitar en su misericordia: “Así mismo el Padre de ustedes, que está en los cielos, no quiere que ninguno de estos pequeñitos se pierda”.

Fue justamente ese  ejemplo el que nos dejó Edith Stein, mejor conocida como: Santa Teresa Benedicta de la Cruz, nombre escogido por ella a partir de su conversión y de negarse a sí misma para seguir a Jesús. Pidamos a Dios, que por la intersección de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, y de su amadísimo hijo, podamos todos ser como niños para entender la hermosura de su Reino y de su Amor infinito. Amen.