EVANGELIO DEL DÍA MIERCOLES 13 DE JULIO DEL 2016   

 

 

  Mateo 11, 25-27: “En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado. Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer”.

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

Conforme al evangelio de Mateo, en el capítulo 11, versículos del 25 al 27, después de la advertencia a las ciudades que lo rechazaban, Jesús, afirmando su unión, conocimiento y amor con el Padre, hace una sublime y profunda oración, alabando al Padre y exaltando a los pequeños y humildes que acogen su revelación.

En aquella ocasión Jesús pronunció estas palabras: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido bien.. Todo me lo ha dado mi Padre, y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Esta breve oración de alabanza es encontrada, también, en el evangelio de Lucas. Ella expresa la intimidad y el conocimiento entre Jesús y Dios Padre. Esta unión entre Jesús y el Padre, es mutuo conocimiento, que en Mateo solo aparece aquí, es un tema dominante en el evangelio de Juan. La alabanza es expresión de alegría.

El contenido de la oración expresa una transformación de los valores tradicionales de las sociedades que promueven el individualismo, el suceso y el enriquecimiento. No son los sabios y entendidos, encerrados en sí mismos buscando su promoción personal y su prestigio, sino los sencillos y humildes que buscan el Reino de Dios. Estos sabios y entendidos son los auto-suficientes de las élites de Israel y los poderosos de este mundo. Ellos están bien instalados en sus privilegios y no quieren cambios, rechazando el anuncio de Jesús.

En Dios, conocimiento y amor son inseparables y son la fuente de su revelación; como en Jesús de Nazaret, quien a todos acogió en su vida divina y eterna. Esta revelación es para el mundo y  para todos los que tienen hambre y sed de justicia, y son solidarios con los pobres, pequeños, y excluidos.

Todos estamos llamados a la comunión de vida con Dios en el seguimiento de Jesús en su praxis liberadora, amorosa y vivificante, pues él es el Hijo único que a todos da la vida eterna, cumpliendo la voluntad del Padre. Pidamos pues que con una fe madura podamos percibir que, en Jesús, Hijo de Dios nacido de María, Dios se hace comunión con la humanidad por El creada y con esta claridad podamos hacer realidad el Reino de Dios aquí en la tierra. Amen.