Marco 8, 22-26: “En aquel tiempo, Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le pidieron que lo tocara. Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera del pueblo. Después le mojó los ojos con saliva, le impuso las manos y le preguntó: « ¿Ves algo?» El ciego, que empezaba a ver, dijo: «Veo como árboles, pero deben ser gente, porque se mueven.» Jesús le puso nuevamente las manos en los ojos, y el hombre se encontró con buena vista; se recuperó plenamente, y podía ver todo con claridad. Jesús, pues, lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Después el inicio de su ministerio en Galilea, Jesús pasa a anunciar la Buena Nueva en las regiones gentiles cercanas. Ahora, yendo de una región a otra, Jesús pasa por Betsaida, ciudad de Pedro, Andrés y Felipe. En Betsaida, Jesús cura a un ciego, como leemos en Marcos, capítulo 8, versículos 22-26.
Es característico de Marcos la descripción minuciosa y detallada de los gestos y las reacciones de Jesús, realizando su presencia humana, corpórea y concreta. Al llegar a Betsaida le trajeron un ciego, y pidieron a Jesús que lo tocara. Jesús lo lleva por la mano fuera del pueblo, escupe en sus ojos y le impone las manos, el ciego comenzó a ver aunque no muy bien, Jesús otra vez puso sus manos sobre los ojos y vio perfectamente. Jesús lo envío a su casa, diciendo: «Ni siquiera entres en el pueblo.»
Marcos ya había mencionado el uso de la saliva por parte de Jesús al curar un sordo y tartamudo. El ciego de la narración es totalmente pasivo y lento en recuperar la visión. Es la insistencia de Jesús que hará que el ciego comience a ver perfectamente. Las curaciones de sordos y ciegos son símbolos de la presencia liberadora y vivificante de Dios. Esta simbología nos remite al profeta Isaías quien ya lo había utilizado para expresar la acción liberadora de Dios en favor de su pueblo.
En la narración de hoy, Jesús lleva al ciego fuera del pueblo y le aconsejó no volver al pueblo. La referencia al Pueblo sugiere que este signifique la doctrina del judaísmo, con su expectativa mesiánica de poder y gloria nacionalista con la cual Jesús decididamente no identificó. Aquellos que, tocados por Jesús, vino a ver su verdadera misión liberadora, y no deben retroceder a la vieja doctrina, y si ver a Jesús como un líder revestido de poder, lejos del poder opresor. Es necesario deshacerse de esta visión, para la verdadera comprensión de Jesús, sencillo y humilde, vulnerable a la muerte, llamando a todos a participar de su vida divina y eterna.
En el amor manifestado por Jesús, en la fragilidad de la condición humana, vemos al Padre que desea la vida plena para todos. Pidámosle al Espíritu Santo el discernimiento necesario para que seamos sensibles a la llamada de Jesús, que nos ilumina y nos comunica vida y alegría. Amen.