EVANGELIO DEL DÍA MIERCOLES 17 DE MAYO DEL 2017

 

      Juan 15, 1-8: “En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Toda rama que no da fruto en mí, la corta. Y toda rama que da fruto, la limpia para que dé más fruto. Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado, pero permanezcan en mí como yo en ustedes. Una rama no puede producir fruto por sí misma si no permanece unida a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí, no pueden hacer nada. El que no permanece en mí lo tiran y se seca; como a las ramas, que las amontonan, se echan al fuego y se queman. Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán. Mi Padre es glorificado cuando ustedes producen abundantes frutos: entonces pasan a ser discípulos míos”.

 

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

  La liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Juan, capítulo 15, verso 1-8, en el que se relata la primera parte del segundo discurso de despedida, la parábola de la vid, Jesús nos invita a seguir firmes en medio del mundo: los he puesto en el mundo para que produzcan frutos

Jesús retoma una figura bíblica, pero le cambia su sentido original, como ya lo hizo hablando del buen Pastor (Jn 10,1). La viña era la figura del pueblo de Israel. Plantada de cepas escogidas, cuidada por el Señor, debía producir frutos de justicia (Mc 12,1). Pero Jesús, al venir, pone fin a esta etapa de la historia, en que el Reino de Dios se identificaba con el pueblo judío. Ahora echó sus raíces la vid verdadera. Cristo es el tronco del que salen las ramas, es decir, todos nosotros que vivimos por Él. Pero también Él es la planta entera, tronco y ramas juntos: los cristianos son realmente el cuerpo de Cristo.

La viña era el pueblo de Israel, y lo que entonces parecía más importante era que la comunidad, en su conjunto, respondiera a Dios. Ahora Jesús no dice: La comunidad cristiana es la vid y ustedes son las ramas, sino: Yo soy la vid. Lo importante, pues, es que cada uno de nosotros esté vinculado con Él por la fe, la oración y el culto de su palabra.

Cada uno debe producir frutos. El éxito de la Iglesia no se mide por sus realizaciones, sino por el progreso de las personas que en ella van interiorizando el misterio de Cristo. Pidámosle al Espíritu Santo que nos permita cada día ser mejores personas y que nuestro testimonio permita a otros ser mejores ciudadanos y de esa manera demos frutos en abundancia. Amen.