Juan 16, 12-15: “En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Aún tengo muchas cosas que decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora. Y cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad. El no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir. El tomará de lo mío para revelárselo a ustedes, y yo seré glorificado por él. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío para revelárselo a ustedes.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Con mucha alegría celebramos hoy la fiesta de nuestra querida madre María, bajo la advocación de María Auxiliadora. La Virgen María la rosa más bella del jardín de la historia, la hija hermosa de Nazaret donde dio el Sí. Madre del Mesías y de todos nosotros, siempre preocupada por sus hijos, bendice de manera especial a San Juan Bosco, su obra, sus devotos en Turín, Italia y todo el mundo. Vaya nuestras felicitaciones y regocijos a toda la comunidad Salesiana, que celebra esta advocación a lo grande.
La liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Juan, capítulo 16, versos del 12 al 15, en el que se relata una parte de los discursos de despedida de Jesús, y en el que atención a la personalidad de los discípulos y la profundidad del mensaje, Jesús les dice que los irá preparando paulatinamente, ya que es de esa manera en que pueden comprenderlo.
Por eso les anuncia que le enviará al Espíritu de la Verdad que es el gran revelador e intérprete de la Palabra de Jesús después de la Pascua. El Espíritu instruye a la comunidad haciéndole recordar todo lo que Él les dijo. El Espíritu es la memoria viva de JESÚS, en la comunidad cristiana. Él conduce a la comunidad a la verdad completa, no porque aporte revelaciones nuevas, sino porque ayudará a comprender y a profundizar el anuncio de Jesús, a la luz de las nuevas circunstancias y retos de la historia. La Iglesia no es solo obra de Jesús, sino también obra del Espíritu Santo, que la conduce e ilumina para que sea signo de salvación en cada época.
El éxito de la Iglesia no se mide por sus realizaciones, sino por el progreso de las personas que en ella van interiorizando el misterio de Cristo. Pidámosle a Dios que nos envíe al Espíritu Santo para que guíe e ilumine a la Iglesia, se renueve continuamente y sea siempre signo de salvación en el mundo. Y nos permita a cada uno de sus miembros, ser mejores personas y que nuestro testimonio permita a otros ser mejores ciudadanos y de esa manera construir la civilización del Amor. Amen.