Mateo 20,17-28: “En aquel tiempo mientras iban subiendo a Jerusalén, Jesús tomó aparte a los Doce y les dijo por el camino: «Ya estamos subiendo a Jerusalén; el Hijo del Hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley, que lo condenarán a muerte. Ellos lo entregarán a los extranjeros, que se burlarán de él, lo azotarán y lo crucificarán. Pero resucitará al tercer día.» Entonces la madre de Santiago y Juan se acercó con sus hijos a Jesús y se arrodilló para pedirle un favor. Jesús le dijo: «¿Qué quieres?» Y ella respondió: «Aquí tienes a mis dos hijos. Asegúrame que, cuando estés en tu reino, se sentarán uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús dijo a los hermanos: «No saben lo que piden. ¿Pueden ustedes beber la copa que yo tengo que beber?» Ellos respondieron: «Podemos.» Jesús replicó: «Ustedes sí beberán mi copa, pero no me corresponde a mí el concederles que se sienten a mi derecha y a mi izquierda. Eso será para quienes el Padre lo haya dispuesto.» Los otros diez se enojaron con los dos hermanos al oír esto. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los gobernantes de las naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el de ustedes que quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos; hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por una muchedumbre.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor al Beato Don Carlos Gnocchi, como se le conoce popularmente en Italia, es muy querido por la misión cumplida en favor de los niños mutilados en la guerra como consecuencia de las bombas ocultas o de estar en los sitios de enfrentamientos. Vivió los horrores de la primera y segunda guerra mundial. Fue Capellán en el frente Ruso, labor que ejerció con mucho heroísmo.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Jesús, según San Mateo capítulo 20, versos del 17 al 28, donde se relata, el tercer anuncio por parte de JESÚS, de la Pasión y de su muerte que tendrá que vivir en Jerusalén, anuncio que es confrontada por la petición de la madre de Santiago y de Juan, para que sus hijos ocuparan los primeros puesto de honor, en el Reino de JESÚS y por la cual recibe una dura reprimenda por parte del Maestro y un rechazo unánime por parte de los otros diez Apóstoles.
Fuerte contraste de actitudes: la decisión de JESÚS, es la enfrentarse a la persecución que culminará con su muerte cruel, en cambio la ambición de los dos hermanos, Juan y Santiago, expresada por boca de su madre, es la de sentarse triunfantes a compartir honores. Con razón el Señor corta por lo sano y dice: “no saben lo que piden”. Aun así les deja abierta la posibilidad de compartir su propia suerte, beber el Cáliz del dolor. Ellos sin medir el alcance de lo que dicen aceptan. Lo de sentarse a derecha e izquierda queda muy en el aire, y hasta sus compañeros protestan dando lugar a que el Maestro les instruya a todos sobre servicio recíproco.
Nuestra sociedad contemporánea está impregnada de padrinazgos políticos, de tráficos de influencias, de anulación del otro a como dé lugar, para escalar peldaños en la vida social, política, económica, cultural, incluso eclesial. Por eso es que este texto nos confronta sobre el proyecto de JESÚS, y nos invita a configurarnos con Él para asumir existencialmente las actitudes de servicio y entrega hacia los demás, tal como lo hicieron grandes cristianos de la talla de San Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, y Oscar Romero, que fueron capaces de renunciar a sus seguridades y entregarse plenamente al servicio de los hermanos, especialmente los más débiles y excluidos de la sociedad.
Señor JESÚS, aleja de nosotros la ambición de poder que permea y seduce el corazón humano, para que cada uno de nosotros pueda exhibir con orgullo el signo característico de todo buen cristiano, la del servicio a todos, especialmente a los que están enfermos y pasando hambre. Amen.