Lucas 6, 20-26: “En aquel tiempo, Jesús, levantó los ojos hacia sus discípulos y les dijo: «Felices ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Felices ustedes, los que lloran, porque reirán. Felices ustedes, si los hombres los odian, los expulsan, los insultan y los consideran unos delincuentes a causa del Hijo del Hombre. Alégrense en ese momento y llénense de gozo, porque les espera una recompensa grande en el cielo. Recuerden que de esa manera trataron también a los profetas en tiempos de sus padres. Pero ¡pobres de ustedes, los ricos, porque tienen ya su consuelo! ¡Pobres de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre! ¡Pobres de ustedes, los que ahora ríen, porque van a llorar de pena! ¡Pobres de ustedes, cuando todos hablen bien de ustedes, porque de esa misma manera trataron a los falsos profetas en tiempos de sus antepasados!”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Jesús comenzó su ministerio en Galilea proclamando la venida del Reino de Dios. Ahora, El Evangelio de Lucas, capítulo 6, versículos 20-26, después que Jesús llamó a los Doce Apóstoles, les aclara sobre las características del Reino, proclamando las Bienaventuranzas. «Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de Dios! bienaventurados, los que tienen hambre porque serán saciados! Bienaventurados los que lloran, porque reirán! Bienaventurados serán cuando los insulten, persigan y expulsen por el Hijo del Hombre. Alégrense en aquel día, porque su recompensa será grande en el cielo».
A Continuación, Jesús advierte a los ricos: «Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! Ay de los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! Ay de los que ríen porque harán luto y llorarán! ¡Ay, cuando todos los hombres hablen bien de ustedes, porque así eran sus padres con los falsos profetas».
En el Evangelio de Mateo nos encontramos con ocho Bienaventuranzas, proclamada en la montaña, relacionando a Jesús con Moisés y su decálogo. En Lucas, a su vez, el anuncio se hace en un lugar bajo y plano. Se ha reducido a la llanura donde se da el encuentro con las multitudes necesitadas. Lucas cuenta sólo cuatro bienaventuranzas que expresan situaciones bien objetivas de exclusión: pobreza, hambre, lágrimas y persecución.
Los excluidos son las víctimas de los ricos y poderosos que defienden y mantienen una sociedad explotada, explotadora y excluyente. Para estos ricos Jesús dirige la advertencia de cuatro «Ayes», como una invitación a la conversión.
En este mundo en el que la violencia es fruto de la ambición de los poderosos, la práctica de las bienaventuranzas apunta nuevos caminos, en la comunión fraterna, la solidaridad mundial, y el logro de la paz. La bienaventuranza de los pobres es consecuencia del encuentro con el amor de Dios regenerador de la vida, comunicado por Jesús, en sus gestos de amor y misericordia.
Encontrando su lugar en las comunidades del Reino, los pobres están llenos de esperanza en espera de un mundo nuevo, de justicia, felicidad y la paz. Por la encarnación del Hijo de Dios, el cielo bajó a la tierra, con la revelación de que Dios Padre Bueno nos dio a todos hijos la bienaventuranza de la vida divina y eterna. Roguemos a Dios para su Encarnación permanezca entre nosotros y nos ayude a transformar esta sociedad. Amen.