EVANGELIO DEL DÍA MIÉRCOLES 8 DE JUNIO DEL 2016

                 Mateo 5, 17-19: “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: No crean que he venido a suprimir la Ley o los Profetas. He venido, no para deshacer, sino para llevar a la forma perfecta. En verdad les digo: mientras dure el cielo y la tierra, no pasará una letra o una coma de la Ley hasta que todo se realice.  Por tanto, el que ignore el último de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. En cambio el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos”.

 

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

Continuamos con la secuencia del capítulo 5 de Mateo, hoy con los versículos del 17 al 19, donde Jesús al presentarse como “la plenitud de la Ley”, más que pedir el rigor en el cumplimiento de la ley, pide la acogida de la voluntad del Padre y la fidelidad. “No piensen que he venido a abolir la Ley y los profetas. No vine a derogarlas, sino a llevarlas a pleno cumplimiento. Les aseguro que mientras duren el cielo y la tierra, la más pequeña letra de la Ley estará vigente hasta que todo se cumpla,  […] por eso el que descuide uno de estos mandamientos más pequeños y los enseñe así a los demás, será el más pequeño en el Reino de los Cielos…”.

De esta actitud podemos concluir que el mismo Jesús, más allá de tomar en serio su descendencia judaico-davídica, muestra que no existe una ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y que su encarnación es el cumplimiento pleno de la promesa hecha por Dios a los Patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob.

No significa ausencia de la Ley, la verdadera libertad que Jesús vino a traer y el camino nuevo que Él nos vino a enseñar, y que reconduce al hombre hacia Dios, reconciliándolo con los hermanos y con toda la creación. Jesús no la abolió, la perfeccionó y la colocó en su debido lugar. Somos cumplidores, pero no esclavos de la ley.

El Evangelio, la nueva Ley propuesta por Jesús no quiere oprimir ni condenar. Es un proceso de conversión que exige  nuestra adhesión libre a la voluntad de Dios y nuestra correspondencia a su amor misericordioso. Para nosotros, cristianos, la novedad del Evangelio implica la aceptación del plan salvífico del Padre.

Cuando la Comisión Preparatoria del Sínodo de los Obispos en el 2012 habla de la nueva Evangelización, dice: “No significa un Nuevo Evangelio, […] sino que significa una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los individuos y  de los pueblos de hoy…” (Ediciones CNBB – Documentos de la Iglesia 6, n. 23). Y decía también: “Una Nueva Evangelización exhorta a la Iglesia a saber discernir las señales del Espíritu en la acción, dirigiendo y educando sus expresiones, en vista de una fe adulta y consciente hasta llegar a la plenitud de Cristo!” (CNBB – Documento 6 – n. 8).

Una nueva Evangelización demanda una espiritualidad profunda,  es meter a Dios en los problemas del hombre de hoy. Que Dios nos bendiga y nos guarde, dándonos la plenitud de su Espíritu Santo, para que podamos discernir su voluntad, y cumplir bien su Ley y sus mandamientos, y nos permita ser fieles colaboradores de su Reino. Amen.