Juan 6,35-40: “En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal, celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor a San Víctor, originario de África, sucedió en el pontificado a San Eleuterio hacia el año 189. Afrontó eficazmente las grandes dificultades de su época. Por ejemplo, ciertos cristianos del Asia que vivían en Roma, insistían en celebrar la Pascua según su propia tradición, aunque no fuese en domingo. Como ciertos obispos de Asia los apoyasen, San Víctor los amenazó con la excomunión. Otra de las dificultades que tuvo que enfrentar, fue la enseñanza de Teódoto, quien sostenía que Jesucristo era simplemente un hombre dotado de poderes sobrenaturales.Según San Jerónimo, este santo fue el primero en celebrar los sagrados misterios en latín.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Juan, capítulo6, verso35 al verso40, en el que después de definir al Pan de la vida como bajado del Cielo y capaz de dar la vida al mundo, JESÚS pasa a identificarlo: Él mismo es ese Pan: “Yo soy el pan de vida”. Quien va a Él y cree en Él, sana sus anhelos más profundos de vida.
Sus contemporáneos lo conocen humanamente, lo han visto pero no creen, porque dudan de la normalidad, quieren actos o acciones espectaculares para creer, por eso el Maestro les insiste: “quien vea en este hombre al hijo de DIOS, tendrá Vida Eterna”. Y es que la fe es un ver más allá de lo que se puede ver. El ver del creyente corresponde al Amor del Padre. Porque JESÚS ha venido al mundo a hacer la Voluntad del Padre y esta Voluntad es que acoja a todo aquel que se le acerque y que se haga participe de la Vida Verdadera actuando de acuerdo a la Voluntad del Padre.
A lo largo de la historia de la humanidad se ha creído que la fe es una cosa complicada, difícil de entender y de hacerla parte de la vida cotidiana. Se creyó que complicando a DIOS PADRE o al HIJO, se era más coherente y fiel al acontecimiento de la fe. Puede decirse que, JESÚS simplificó las cosas de DIOS, al limitado discernimiento del hombre. Él nos dice a quienes hemos decidido encontrarnos con Él, que DIOS es simple, sencillo, accesible, que no coloca barreras para que todos los seres humanos sin distinción podamos acercarnos a Él.
Al confrontarnos con el texto y ver que, a la gente del tiempo de JESÚS, les costaba entender y ver en su persona tan común a DIOS, no le creían, ni le aceptaban por su simplicidad. También a nosotros nos cuesta entender a DIOS, de la misma forma que lo reveló JESÚS de Nazaret. Somos amigos de una imagen de DIOS lejano, y de una experiencia de fe que nos produzca miedo, angustia y caos. Olvidando que la experiencia de fe a la que invita JESÚS, es de alegría, de Resurrección, de gozo en el Espíritu, que nace de una intimidad profunda entre el creyente y DIOS.
Esta es la vida nueva que nos comunica JESÚS Resucitado, el pan que sacia nuestra hambre y sed más profunda. Ya que, «comulgar significa pensar como Él, amar como Él, ver como Él, caminar como Él». Y por el proceso de deglución lo que uno come se transforma en parte de uno, si aplicamos esta metáfora del comer a nuestra vivencia espiritual, al comer el Pan de vida nos transformamos en eso que comemos, por eso afirma Jesús: «el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás… y yo lo resucitaré en el último día».
Señor JESÚS, aumenta nuestra fe para poder entender los designios del Padre en nuestras vidas personales y comunitarias y alimentados con el Pan de Tu Palabra, comencemos a compartir con los más necesitados lo poco o lo mucho que Tú nos das. Amen.