Mateo 12, 1-8: “En aquel tiempo, Jesús pasaba por unos campos de trigo, y era un día sábado. Sus discípulos, que tenían hambre, comenzaron a desgranar espigas y a comerse el grano. Al advertirlo unos fariseos, dijeron a Jesús: «Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido hacer en día sábado.» Jesús les contestó: «¿No han leído ustedes lo que hizo David un día que tenía hambre, él y su gente? Pues entró en la casa de Dios y comieron el pan ofrecido a Dios, que les estaba prohibido tanto a él como a sus compañeros, pues estaba reservado a los sacerdotes. ¿No han leído en la Ley que los sacerdotes en el Templo no observan el descanso, y no hay culpa en eso? Yo se lo digo: ustedes tienen aquí algo más que el Templo. Y si ustedes entendieran estas palabras: Quiero misericordia, no sacrificios, ustedes no condenarían a quienes están sin culpa. Además, el Hijo del Hombre es Señor del sábado”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Hoy, el evangelio de Mateo, capítulo 12, versículos del 1 al 8, destaca la libertad de actuar de Jesús, delante de la Ley que oprime la vida. Un sábado, los discípulos de Jesús atravesaban una plantación de trigo, abriendo camino y recogiendo las espigas, para comer. Los fariseos viéndolos recoger las espigas en sábado, una infracción grave al respeto sabático, van y acusan a Jesús.
Respondiéndoles, Jesús los interroga, evocando dos tradiciones conocidas por ellos, una sobre David y otra sobre los sacerdotes. David, huyendo de Saúl y con hambre, tomó el pan consagrado en el santuario, que sólo podían comer los sacerdotes pero David se lo comió y también le dio a sus compañeros. Y Los sacerdotes del Templo, aunque sea sábado, realizan trabajos, sacrificando los animales para el culto. Y sin embargo, los fariseos no condenaban ni a David ni a los sacerdotes, por estos hechos. Jesús concluye con esta advertencia a los fariseos: “Si ustedes entendieran lo que significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificios’, no condenarían a este Pueblo inocente”.
Asumiendo el cuidado de la vida como tarea prioritaria, Jesús se proclama señor del sábado. Jesús, de este modo, afirma su autoridad en suprimir las observancias legales, promoviendo la liberación de las personas y la primacía del amor y de la vida. El Templo y las observancias legales están superados por Jesús.
Los diversos conflictos de Jesús con los fariseos y demás líderes religiosos de Israel, reflejan el distanciamiento de Jesús en relación a la institución religiosa del judaísmo. En Israel, la casta sacerdotal, sustituyendo la realeza que se había acabado, se constituyen como una teocracia, asumiendo el poder sobre el pueblo, oprimiendo y explotando. Jesús se empeña en la liberación de este pueblo, actuando con libertad en relación a la Ley, relativizándola. Con su amor socorre a los pobres y a los que sufren, promoviendo la vida.
En los evangelios son innumerable los relatos de acciones de Jesús en rechazo a las antiguas tradiciones de Israel, así como sus críticas a los jefes religiosos. La lectura proclamada nos hace una invitación para que seamos dóciles a la voluntad de Dios, en el ejercicio de la misericordia que consolida el amor, fortalece los lazos de fraternidad, y genera la paz. Roguemos insistentemente a Dios para que, siguiendo el camino de Jesús, se abran en nuestras vidas los horizontes de un mundo nuevo, en el amor, en la misericordia, y en la felicidad. Amen.