JUAN 14, 1-6: “En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: «No se turben, crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. De no ser así, no les habría dicho que voy a prepararles un lugar. Y después de ir y prepararles un lugar, volveré para tomarlos conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Para ir a donde yo voy, ustedes ya conocen el camino.» Entonces Tomás le dijo: «Señor, nosotros no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?» Jesús contestó: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Jesús hoy se presenta a Tomás como Camino, Verdad y Vida, e invita: a recorrer ese Camino para llegar a la Verdad, que es el Padre, y en quien se encuentra el sentido de nuestra vida. Coraje, ya que es hora de que también nosotros nos pongamos en camino…
La propuesta de hoy está en el evangelio de Juan, capítulo 14, versículos del 1 al 6. El texto hace parte del discurso de Jesús durante la Última Cena, antes de ir a orar al Monte de los Olivos, donde tomaron preso a Jesús. Jesús se esfuerza por superar el miedo y darles confianza a sus discípulos. Veamos el texto:
“No estén perturbados. Crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuese así, no les habría dicho, pues yo voy a prepararles un lugar. Cuando se los haya preparado, volveré y los llevare conmigo, para que estén donde yo estoy. Y ustedes ya saben el camino”.
Tomás es el primero en intervenir diciendo: “No sabemos dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?” La respuesta de Jesús es yo soy el camino y nadie va al Padre sino por mí. Si me conocen, conocerán al Padre. Ahora lo conocen y lo han visto en mi…”.
Felipe continua el debate, versículos del 7 al 9, haciendo un pedido sincero, que también podemos hacer nosotros: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Jesús le da una respuesta directa: “Quien me ve a mí, ha visto al Padre”. Esta debería ser también la verdad de nuestra fe: Creer en el Resucitado y creer en el Padre y experimentar su misericordia.
Jesús quiere impregnar en los corazones de sus discípulos, preparándolos para los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección, una fe confiada. Les ofrece un doble apoyo: el suyo y el del Padre, porque Él y el Padre son uno.
Al utilizar la idea de una casa: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas y yo voy a prepárales un lugar”, Jesús retoma la figura de Yahvé siendo el anfitrión de su pueblo y les preparo una morada en Caná, la tierra prometida que mana leche y miel (cf. Dt. 6,10-11). No debemos tener miedo: “Si no fuese así yo no os habría dicho”.
Jesús conforta a sus discípulos, animándolos con su resurrección, que los introduce en la participación plena de la vida trinitaria. Esta vida perfecta con la Trinidad Santa, esa comunión de vida y de amor con ella, es denominada “el Cielo”, y es la meta última del camino del hombre y de la mujer (cf. CIC n. 1024).
“Gracias a la misericordia de Dios, todos nosotros, recibimos la promesa indefectible de la Vida Eterna” (cf. CIC n. 1050). Pidamos entonces se nos aumente la gracia para proseguir este camino lleno de vicisitudes, pero con uno esperanza cierta de disfrutar eternamente del gozo del resucitado. Amen.