Mateo 13,18-23: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “escuchen ahora la parábola del sembrador: Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ahí tienen lo que cayó a lo largo del camino. La semilla que cayó en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegría. En él, sin embargo, no hay raíces, y no dura más que una temporada. Apenas sobreviene alguna contrariedad o persecución por causa de la Palabra, inmediatamente se viene abajo. La semilla que cayó entre cardos, es aquel que oye la Palabra, pero luego las preocupaciones de esta vida y los encantos de las riquezas ahogan esta palabra, y al final no produce fruto. La semilla que cayó en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende. Este ciertamente dará fruto y producirá cien, sesenta o treinta veces más.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a los Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María. Madre de Dios, cuyos nombres se conservaron gracias a la tradición de los cristianos. Y son nada más y nada menos que los abuelos de Nuestro Señor JESUCRISTO, por lo que hoy puede considerarse el día de los abuelos.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Jesucristo según San Mateo, capítulo 13, versos del 18 al 23. En el que se narra la explicación en privado de la parábola del sembrador, que JESÚS da a sus discípulos. La explicación es una relectura ética de la misma que quiere hacer énfasis en lo decisivo que es el tipo de terreno donde es depositada la Palabra de Dios.
Hay que tener en cuenta esta explicación propuesta es alegórica, ya que a cada parte de la parábola se le da un significado particular. ¿Quién acogerá la palabra de Dios? Esto no es cuestión de inteligencia o de capacidad para reflexionar o de interés por las cosas religiosas: la reciben los que están abiertos a la esperanza.
A los que están a lo largo del camino no les interesa la palabra que les llegó, sea porque no ven más allá de sus intereses, son personas egoístas o de poca visión, quizás sea porque ya han orientado su vida por otro camino. En seguida encontramos a los que no saben enfrentar la contradicción y se desaniman o se acobardan: inmediatamente se vienen abajo.
Luego vienen los que se sembraron entre espinos. Estos creen, pero no se sienten satisfechos con los frutos que se rebuscan en el camino difícil. Quieren «salvar su vida», y sirven a la vez a Dios y al Dinero. La búsqueda del éxito material los tiene amarrados y, en ellos, la esperanza del Reino no es más que un deseo impotente.
Y es que la Palabra de DIOS escuchada se pierde por falta de compresión, por lo cerrado del corazón, por inconstancia en confrontarse con la Palabra, por vivir superficialmente la existencia diaria, por esclavitudes que oscurecen la mente y el corazón. La Palabra de DIOS da fruto, cuando se escucha con el oído y se comprende con el corazón, y desde allí se nutre todo nuestro cuerpo físico y espiritual, para irradiar toda nuestra existencia, llevando un testimonio de vida que invite a otros a hacer lo mismo que nosotros hacemos.
Al confrontarnos con el texto vemos como todos los días el Señor nos regala su Palabra para esclarecer los momentos oscuros de nuestras vidas personales y comunitarias, hoy por supuesto que no es la excepción, porque todos aquellos que le abrimos nuestro corazón y mente a la Palabra, podremos ser un terreno bueno para mantenernos firmes a pesar de todos los obstáculos y problemas que se nos presentan.
Porque si creemos en JESÚS, entonces tenemos esperanza de que esto cambiará. Pero no una espera de brazos caídos, sino la de estar dispuestos a luchar contra los que pretender anular la felicidad y la paz de todos, porque la esperanza es perseverancia y valentía, no derrotismo, ni conformismo.
Señor JESÚS, danos un oído atento y un corazón dispuesto, para escuchar Tu Palabra y ponerla en práctica todos los días de nuestras vidas, y así poder construir un mundo más justo y solidario. Amén