EVANGELIO DEL DÍA VIERNES 3 DE JUNIO 2016  

          

 Lucas 15, 3-7: “En aquel tiempo Jesús les dijo esta parábola: «Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: «Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido.» Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”.

 

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

Celebramos hoy la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Es la fiesta de la bondad divina. Y en el marco de este gran acontecimiento, este Año del ciclo C,  la liturgia nos propone meditar hoy,  el Evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos del 3 al 7, providencialmente, una de las “parábolas de la misericordia”, que narra el conocido episodio de la oveja perdida: “Alégrense conmigo, porque he encontrado la  oveja que se me había perdido” (v. 8).

El texto repite la tónica de todas las reflexiones sobre la misericordia de Dios: El no ama a los hombres en conjunto. Ama a cada uno de manera personal y diferenciada. Ama no solamente a aquel que se mantiene fiel a su amor, ama también a aquel que de él se separa. Y Dios hace aún más: Sale el mismo en busca del pecador!

Para Dios cada pecador, representa una oveja perdida. Y Dios lo espera al final de su camino. Por eso cada pecador, hijo pródigo, oveja encontrada, acogida con cariño y recibida con brazos abiertos. En su hijo Jesucristo, Dios vino a nuestro encuentro para  redimirnos y salvarnos!

El  culto  y la devoción a la humanidad de Jesucristo y a su Corazón, siempre han existido en la Iglesia, toma un gran impulso a partir de las revelaciones de 1673 a 1675, a Santa Margarita María Alacoque, que dio a los cristianos una nueva conciencia del misterio del amor de Cristo por la humanidad.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, inicialmente hostilizada por el Jansenismo, fue reconocida por la Iglesia. En 1765 el papa Clemente XIII aprobó la Solemnidad del Sagrado Corazón y, en 1856 Pio IX la agregó en el calendario de la Iglesia universal. La devoción al Corazón de Jesús se volvió un gran medio de renovación de la vida cristiana.

El corazón es la fuente del amor, de la bondad y de la misericordia. Al venerar el Corazón de Jesús, miramos lo mejor de Dios. “Nuestro Dios es clemente y compasivo, paciente, lleno de amor y fiel. Que mantiene su amor eternamente. Tolera la iniquidad, la maldad y el pecado (cf. Ex 34,6-7).

El papa Francisco nos recuerda que el binomio “Paciente y misericordioso” es frecuente en el Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios. Los salmos especialmente lo muestran: “El Señor perdona tus culpas, cura tus dolencias, rescata tu vida del sepulcro y te corona con su bondad y misericordia” (La Bula. El Rostro de la Misericordia,  n. 6).

Este año santo nos invita a meditar y vivir lo que es central en la vida de Dios: la misericordia. Dios es amor misericordioso. La encarnación de Jesús es la revelación del misterio más íntimo y profundo de Dios: su amor infinito para con nosotros. Alegrémonos en el amor de Dios. Y acudamos solícitos al encuentro de su amor, cobijándonos en su corazón y compartiéndolo con nuestros hermanos. Amen.