Juan 16, 20-23: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: En verdad les digo que llorarán y se lamentarán, mientras que el mundo se alegrará. Ustedes estarán apenados, pero su tristeza se convertirá en gozo. La mujer se siente afligida cuando está para dar a luz, porque le llega la hora del dolor. Pero después que ha nacido la criatura, se olvida de las angustias por su alegría tan grande; piensen: ¡un ser humano ha venido al mundo! Así también ustedes ahora sienten tristeza, pero yo los volveré a ver y su corazón se llenará de alegría, y nadie les podrá arrebatar ese gozo. Cuando llegue ese día ya no tendrán que preguntarme nada”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En este tiempo pascual que vivimos, la liturgia nos viene presentando, de manera predominante, el evangelio de Juan. Hoy en la lectura de Juan, capítulo 16, versículos del 20 al 23, sigue el discurso de despedida de Jesús, en la última cena con sus discípulos.Jesús dice a los discípulos: “En verdad, en verdad, les digo: que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Quedarán tristes, pero su tristeza se transformará en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está angustiada, porque llegó su hora. Pero, después que la criatura nace, no se recuerda más de los dolores, por el gozo de traer un ser humano al mundo”.
Y Jesús continua: “También ustedes, ahora están tristes. Pero volveré a verlos y se alegrará su corazón y su alegría nadie se las podrá quitar. En aquel día, no me preguntarán nada”. Jesús anuncia cariñosamente su partida, confortando a los discípulos con la afirmación de que la separación se hará apenas por “un poco de tiempo”. Dentro de poco no me verán pero dentro de otro poco me volverán a ver.
El ministerio de Jesús fue inaugurado bajo el signo de la alegría, en Caná de Galilea. Alegría de las bodas, regada por el vino de Jesús, con la intercesión de su madre. La alegría está presente a lo largo del evangelio de Juan. Ahora, con su partida, no cesará esta alegría, aunque pasen por momentos de tristeza.
El mundo se engaña, sometido a los jefes del poder, que oprimen y explotan para mantenerse, alegrarse con la aparente ausencia de Jesús. Sin embargo, los discípulos y todos los que fueron liberados de este poder se alegrarán con la nueva presencia de Jesús entre ellos, con el don del Espíritu Santo. Nadie les podrá quitar su alegría.
Jesús hace la comparación con la mujer que da a luz, para mostrar lo transitorio de la angustia. La alegría con la criatura que nace es inmensa, todo se supera. La vida es más fuerte que el sufrimiento y la muerte, permanece para siempre, en la comunión de amor con Jesús y con el Padre.
La alegría es el gozo de la vida, la alegría de vivir. Esta alegría se vuelve estable y permanente cuando, también en los sufrimientos, teniendo a Jesús, se percibe que, en el amor, la vida es eterna y la muerte no tiene poder sobre ella.
Pidamos a Dios para que nuestras comunidades, en la fidelidad a Jesús, sean fuente de vida y alegría superando las tribulaciones de este mundo. Y que entre las tristezas y alegrías de este mundo permanezca en nuestros corazones la certeza de la presencia viva de Jesús, que comunica su paz y su amor. Amen.