EVANGELIO DEL DÍA VIERNES 9 DE JUNIO DEL 2017   

               

 

     Marcos 12, 35-37: “Mientras Jesús enseñaba en el Templo, preguntó: « ¿Por qué los maestros de la Ley dicen que el Mesías será el hijo de David? Porque el mismo David dijo, hablando por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. Si David mismo lo llama «Señor», ¿cómo puede entonces ser hijo suyo?» Mucha gente acudía a Jesús y lo escuchaba con agrado”.

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

  En una lectura semi-continuada la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio según San Marcos, capítulo 12, versos 35 al 37. En el que evangelista continúa con el relato de las enseñanza de Jesús en el Templo, y en el que Jesús trata de orientar por el camino correcto a los maestros de la Ley, que no eran personas malas. Se habían hecho profesores de religión porque se interesaban por la religión. Pero en cuanto el maestro deja de esforzarse por ser santo, no pasa de ser un pobre hombre. El mismo respeto que le tributa la gente, lo lleva a permitirse muchos desvíos que en cualquier otro se reprocharían severamente.

Muchas personas se extrañan al ver que este primer mandamiento no está en los diez de Moisés, que hablan sólo de servir a Dios. Pero lo leemos en Deut 6,4.Amar a Dios no es un mandamiento como los demás. Pues los mandamientos señalan obras precisas que debemos cumplir o de las que nos debemos abstener; por ejemplo: descansarás el día del Señor, o no cometerás adulterio.

En cambio, toda nuestra existencia está implicada en esto de amar a Dios. Esa es la razón por qué el amor de Dios no se presenta en el Nuevo Testamento como un mandamiento sino como el primer fruto del Espíritu que Dios da a sus hijos: Rom 8,15 y 22. Dios es el primer amado (Mt 6,9-10; 1 Jn 4,17, muy especialmente en la persona de su Hijo: 2 Cor 5,15; 1 Pe 1,8. No hay auténtico amor al prójimo sin ese amor a Dios: 1 Jn 5,2. Hay personas que se creen irreprochables porque cumplen los diez mandamientos de Moisés. Sería más exacto decir que han llegado al nivel mínimo de moralidad que Moisés exigió a un pueblo primitivo y poco responsable, hace más de treinta siglos. En vez de fijarse en este decálogo para después sentirse muy contentos de sí mismos, deberían meditar el primer mandamiento, sin el cual los demás no significan nada. Amarás a Dios con todo tu corazón.

Lo amarás más que a los seres más queridos. Te desvivirás por él, te olvidarás de ti mismo para buscar en todo lo que a él más le gusta. Lo amarás con toda tu alma, con toda tu inteligencia. Dedicarás lo mejor de tu inteligencia a conocerlo. Analizando tu propia vida, tratarás de comprender cómo ha guiado tus pasos. Considerando los acontecimientos mundiales y los sucesos diarios, procurarás entender cómo llega el Reino de Dios.

Lo amarás con todas tus fuerzas. Y dado que en esto eres muy débil, pedirás la ayuda de Dios y tratarás de juntarte con los verdaderos servidores de Dios, usando los medios que la Iglesia pone a tu disposición. El mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo viene en segundo lugar, porque no es posible entenderlo bien y menos aún cumplirlo, si no existe ya el amor a Dios.

Pidámosle al Señor Jesús, que perseverando en la oración y la lectura bíblica, Dios que nos comunique su propio Espíritu para conocerlo mejor. y nos de la fuerza suficiente para poder esforzarnos en ver al hermano tal como lo ve el Padre. Y poniendo todo ese empeño de amar a nuestros semejantes a los que vemos llegaremos amar suficientemente a Dios a quien no podemos ver físicamente pero si palpar y sentir espiritualmente. Amen.