Lucas 6, 39-42: “En aquel tiempo, Jesús les puso también esta comparación: « ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente caerán ambos en algún hoyo. El discípulo no está por encima de su maestro, pero si se deja formar, se parecerá a su maestro. ¿Y por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: »Hermano, deja que te saque la pelusa que tienes en el ojo», si tú no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Después de la proclamación de las bienaventuranzas, Jesús dirige a los discípulos la exhortación: «Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso.» Por lo tanto Jesús busca eliminar cualquier sentencia de condena. Continuando con esta proclamación, el Evangelio de Lucas, capítulo 6, versículos 39-42, Jesús hace una comparación dirigida a los fariseos ciegos y a aquellos acostumbrados a criticar a los hermanos. «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? No caerán los dos en el agujero? El discípulo no es más que su maestro, pero uno bien preparado, será como su maestro. ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no la viga que está en tu propio ojo? Hipócrita! Saca primero la viga que está en tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano».
La comparación de los ciegos que guían a otros ciegos estaba destinado a los fariseos que, la rigidez de la ley, que quita la vida, pretendían a orientar a sus fieles. Los discípulos, sin embargo, bien preparados, serán como su maestro, Jesús, trayendo al mundo la Palabra que da vida.
La pregunta que sigue, que implica la paja y la viga en el ojo, está bien grabado en nuestra memoria como una buena advertencia. Es muy común estar siempre a criticar los defectos de los demás sin que nos demos cuenta de nuestros propios defectos, que pueden ser incluso mayores que los de ellos. Quitando el cerrojo de mi ojo, voy a estar en condiciones de ayudar a mi hermano. Esto no quiere decir estar apuntando sus defectos, aunque sinceramente sea para corregirlos. Lo importante es, con amor, descubrir, resaltar y valorizar las capacidades del hermano, hacia una mayor integración y crecimiento de la comunidad.
El acto de criticar a menudo oculta la fuga de una autocrítica. La crítica exacerbada ofusca la lucidez. La autocrítica sincera y humilde conduce a la misericordia y acogida hacia los demás. Contemplando a Jesús, vemos que la mejor manera de ayudar a nuestros hermanos es valorizarlo en todo lo que Dios le ha dado, de bueno, verdadero y digno.
En la humildad, la acogida y la valorización de los hermanos se construye la comunidad viva y abierta que transforma el mundo. Pidamos a Dios para que en la alegría de seguir a Jesús en la fe y humildad, nuestras vidas se realicen en comunión con los hermanos y con Dios. Amen.