
A veces uno cree que lo ha escuchado todo, pero no, como dijo un corresponsal extranjero hace unas semanas “En Venezuela pasa de todo, hay sorpresas a diario”, la realidad sigue generando historias de horror pero simultáneamente, admiración sigo encontrando héroes anónimos en cada rincón. Esta vez comparto unas recogidas en estas últimas dos semanas: tres tienen que ver con la violencia y una con el hambre. Los nombres son ficticios, las historias reales.
Eric es joven, trabaja en una escuela de Fe y Alegría de Maturín. “Antes era una comunidad tranquila. Ahora pasan cosas a diario.” Como la mayoría de los docentes, no tiene carro, camina unn par de cuadras para esperar el autobús. Hace unos meses lo atracaron en la parada, le dieron 4 puñaladas, y este fue su comentario: “Fue triste porque los delincuentes eran jóvenes, yo creo que no pasaban de 20 años. Yo me pregunto qué más debemos hacer para que no sigan creciendo delincuentes” ¿No es de admirar? No sólo no renunció, sigue yendo a su colegio, sino que su preocupación, una vez curado, es cómo ayudar a prevenir la fábrica de delincuentes juveniles, como dice la Doctora Perdomo. Lo abracé y le dice que lo admiraba.
Ana es profesora de bachillerato de un centro educativo de Fe y Alegría de Cumaná. En la escuela todos tienen un cuento para una página de sucesos, los cuales han sucedido en unas calles llenas de murales con unos ojos que parecen siempre estar amenazando a los habitantes. Hace un años Ana , que vive en la misma comunidad popular de la escuela, caminaba una tarde con dos de sus sobrinos pequeños, cuando de repente empezó una balacera – intercambio de tiros entre bandas – ellos corrieron pero tres balas encontraron víctimas inocentes donde instalarse. Ana y sus sobrinos fueron heridos, afortunadamente se salvaron. Lo sorprendente es que Ana sigue en el colegio. Toda la escuela está buscando alternativas para formar ciudadanos pacíficos en medio de balas.
Yalitza es directora de una escuela oficial de un barrio popular de Barcelona. El año escolar pasado el plantel a su cargo fue robado 10 veces “Hasta los cables se llevaron. La última vez se robaron el techo de dos salones”. Ya era demasiado, entonces relata la protagonista de esta historia, que hicieron una reunión de urgencia con padres y representantes y cuenta que al final se presentaron unos jóvenes “mala conducta”, y le dijeron que ellos no habían sido, pero que le juraban que encontrarían los techos, eso sí, que desalojara la escuela y que ella no se fuera. “Me temblaba todo”. En resumen, la directora organizó rápido el desalojo, parte de personal dijo que la acompañaría, y los “mala conducta”, trajeron no sólo los techos, sino aires acondicionados robados a la escuela, televisores que habían sido robados a representantes – y fueron devueltos esa tarde a sus dueños -. El joven jefe del operativo conversó con la directora y hasta prometió e que en el año escolar siguiente nadie no le robaría más la escuela y dio muestras de querer “cambiar de vida”. El joven fue asesinado en agosto, más de 10 tiros. Esta historia es de terror, da para un libro. Lo que genera admiración es que la directora no habla de renunciar sino de buscar cómo ayudar a proteger a jóvenes para que no entren en la delincuencia. Ella y las otras maestras son todas unas valientes no violentas.
Finalmente, en Valencia, las maestras de una escuela que tuvo que desalojar su sede porque el río socavó las bases, preocupadas porque sus antiguos alumnos no llegaban a la nueva sede – prestada , fueron a la comunidad a ver qué pasaba. “No hay para comer, no los podemos mandar así.” Entonces se organizaron y llevan dos semanas llevando algo de alimento de sus hogares y dar de comer a los más pobres. Yo escuchaba y y sacaba cuentas, el bono alimentario ha subido, pero más ha subido el costo de los alimentos con “precio injusto” y claps discriminatorios. Esas maestras son héroes anónimos también y existen.
No se puede pedir eternamente heroicidades a educadores. El Estado y la sociedad tienen que proteger a escuelas y a maestros para que ellos puedan cuidar a los niños y niñas que estudian, pero mientras aplaudo a los educadores valientes y sigo exigiendo Políticas Públicas Integrales.
Luisa Pernalete
